No es ningún secreto que César Sánchez llegó hace dos años y medio «de rebote» a la Diputación. Todo estaba programado, como fue tradición durante mucho tiempo en el PP, para que José Císcar -concejal electo en el Ayuntamiento de Alicante- acabara uniendo el liderazgo dentro del partido con el poder institucional que concede la corporación provincial. La falta de un voto para alcanzar la mayoría absoluta y la dependencia del único diputado que sacó Ciudadanos -reconvertido luego en tránsfuga por obra y gracia de Fernando Sepulcre- propició que, después de una larga negociación, Císcar se tuviera que apartar por la presión de los delegados alicantinos de Albert Rivera -muchos de ellos antiguos militantes del PP que le guardaban el pago de viejas facturas- para dejar paso al también alcalde de Calp, que se encontró sin comerlo ni beberlo con el mando del Palacio Provincial.

El acceso de César Sánchez a la Diputación generó una situación casi inédita en las filas del PP. Durante años, los populares hicieron coincidir la figura que llevaba las riendas en la institución provincial con el liderazgo interno. Por vez primera, por tanto, los populares tenían que convivir con una bicefalia real entre el mencionado César Sánchez como titular de la Diputación y José Císcar al frente del aparato del partido. Durante la primera mitad del mandato, ese reparto de papeles, con debates tapados y recelos ocultos, fue superando obstáculos. Pero ahora, cuando encaramos la recta final hacia las elecciones municipales y autonómicas de 2019, las diferencias de la bicefalia han empezado a aflorar c0n dos episodios que han generado desconcierto en las filas del PP y que han obligado, incluso, a intervenir a la dirección para resituar al presidente de la Diputación en la línea oficial del partido. La «nueva relación» entre la corporación provincial y el Consell que se ha concretado en dos reuniones de calado: una con Ximo Puig y otra con Mónica Oltra. Y, sobre todo, las idas y venidas de esta semana sobre la reprobación a Francisco Camps, imputado por segunda vez en el supuesto fraude de la Fórmula 1 en València y citado como la pieza clave en la financiación ilegal del PP a través de Gürtel.

Como ya publicó este periódico, el giro pactista, al menos de cara a la galería, de la Diputación con el Consell del Botànic después de dos años y medio de batalla campal choca con la estrategia de oposición frontal que la dirección de Isabel Bonig está desplegando desde las Cortes contra todo lo que se mueve. Una maniobra que ya ha elevado su nivel de virulencia con la denuncia en la Fiscalía contra Oltra por un supuesto fraccionamiento de contratos. No será la única ni la última. Ojo. En la cúpula del PP no entienden ese acercamiento entre César Sánchez y el Consell máxime cuando, apuntan cargos populares, la Generalitat no tiene ningún interés en llegar a acuerdos con la Diputación. Puro postureo del Consell, describen. Y citan un botón de muestra: el elegido por Ximo Puig como enlace con la institución provincial es el director general de la Administración Local, Antoni Such, ideólogo de los decretos para rebajar las competencias de la Diputación tumbados por el TSJ.

Pero si en el PP causó perplejidad la actuación de César Sánchez para dar imagen de acercamiento al Consell, aún ha generado más estupor el sainete de esta misma semana con las idas y venidas de la reprobación a Camps. La doctrina de la cúpula popular en este asunto era muy clara: dejar que el asunto se debatiera y abstenerse aunque eso supusiera que la censura al expresidente de la Generalitat -expedientado por el PP- saliera adelante. En una pirueta de difícil explicación, el presidente de la Diputación vetó la moción y ni siquiera permitió el debate a sabiendas, además, de que el portavoz de Compromís, Gerard Fullana, convertido en el azote de César Sánchez, insistiría en el pleno de marzo. A las 24 horas, el vicepresidente de la Diputación y número dos provincial del PP, Eduardo Dolón, tuvo que salir a la palestra convertido, una vez más, en apagafuegos para ratificar que en el próximo pleno habrá debate sobre Camps en la Diputación con una abstención que facilitará aprobar esa censura. Una rectificación en toda regla del PP a César Sánchez.

El problema del presidente de la Diputación es que lleva, desde que arrancó el mandato, a la defensiva. Decidido a encerrarse en la habitación del pánico ante la posibilidad de que sus propios compañeros del PP le quieran mover la silla en 2019 para volver a poner encima de la mesa la baza de Císcar, al que nunca se le acaba de difuminar el sueño de dirigir el Palacio Provincial. Lo hizo César Sánchez cuando en el congreso nacional forzó la máquina para tener despacho en Génova. Después cuando respaldó a Císcar como presidente provincial del PP pensando que dejar vía libre en el partido le favorecía en ese momento. Y ahora marcando distancias con la cúpula popular para ofrecerse como hombre de consenso con el Consell y perfil moderado frente al discurso escorado a la derecha de Bonig. Junto al problema de imagen de los casos de corrupción, además, ahora esa bicefalia del PP de Alicante empieza a hacer aguas. No llega en buen momento. Alicante se ha convertido en una de plaza clave en las que Ciudadanos -con el viento de cara- quiere disputarle de «tu a tu» esa bolsa electoral al PP. Hay partido. Otra cosa es como sea capaz de jugar uno sus cartas. La dirección popular se ha dado cuenta y ha sacado a Rajoy a escena. Hace unos días ya estuvo en el aeropuerto regando la jornada, fiel a la vieja escuela, con una lluvia de millones. Y el próximo sábado vuelve a Elche para un acto sectorial del PP. Evidencia de que en esta provincia se disputan cosas, Y ahora, precisamente, esa bicefalia empieza a molestar.