El acercamiento del presidente de la Diputación, César Sánchez, al gobierno valenciano tiene sus detractores en el alto mando del PP. El tono de amistad que el responsable provincial ha buscado esta semana con el jefe del Consell, Ximo Puig, y con la vicepresidenta y líder de Compromís, Mónica Oltra, choca con la línea marcada por la dirección del partido, más cercana a tomar un posicionamiento de contundencia ante el Consell capaz de dejar en evidencia políticas autonómicas de las que los populares quieren hacer bandera -como la educativa- y que «arranque» más compromisos de la Generalitat respecto a la provincia.

El giro del presidente de la Diputación con el Consell responde a una necesidad de salir de la autarquía política en la que lleva metido más de dos años y medio, negándose, incluso, a sumarse a medidas de la Generalitat como el Fondo de Cooperación Municipal en el que sí se integró la Diputación de Castellón, también gobernada por el PP. En su defensa «por la provincia», como siempre destaca Sánchez, la corporación alicantina ha intentado, con éxito, tumbar políticas del Consell como el plurilingüismo del conseller Vicent Marzà o los decretos de Turismo y Deportes que reducían las competencias provinciales en esa materia. La estrategia de la Diputación de plantar cara frente a lo que se consideran «injerencias» de la Generalitat ha dado buenos resultados en todos estos asuntos -los tribunales dieron la razón a la Diputación paralizando los citados decretos- pero han provocado que César Sánchez se sintiera, como mínimo, muy incómodo en las formas.

El máximo responsable de la institución provincial tiene un perfil moderado que le ha llevado a buscar ahora fórmulas de mayor consenso con el ejecutivo autonómico. La escenificación de este cambio de César Sánchez se ha trazado a lo largo de esta semana con dos reuniones. La del pasado martes en Alicante con la vicepresidenta y la del jueves en el Palau de la Generalitat con el titular del Consell, el primer encuentro institucional entre ambos mandatarios. Viviendo políticamente de espaldas durante todo su mandato, Ximo Puig y César Sánchez se sacaban juntos la primera foto institucional tras una cita de algo más de una hora en el despacho del jefe del Consell.

Fuentes del PP reconocen que era momento de decirle a los ciudadanos que la Diputación también sabe llegar a acuerdos y que puede escuchar a la Generalitat, institución a la que han criticado hasta la saciedad por entender que intenta recortar derechos de las corporaciones provinciales. Pero también advierten de que falta contundencia y posicionamiento claro ante «la falta de compromisos» del Consell. Consideran que no vale de mucho cambiar el tono y hacerse la foto si luego no se arrancan obras, inversiones, apoyos o serios compromisos con la provincia. De ahí que en el PP prefieran una estrategia más dura frente al ejecutivo autonómico que, en estos momentos, está reñida con el talante político de César Sánchez, un hombre cuya naturaleza política es de por sí moderada y tranquila.

Es cierto que el presidente de la institución provincial no está cómodo en el «modo guerra». Su perfil institucional y su talante conciliador le convierten en un dirigente político que navega con más calma en las aguas tranquilas que entre fuertes corrientes. A pesar del cambio de rumbo de la Diputación, la estrategia de la cúpula del PP seguirá siendo la de la confrontación para minar a Puig y Oltra de cara a 2019. Los populares argumentan que la Diputación se opondrá a cualquier medida que afecte a los intereses de los alicantinos y bajo ese criterio se enfrentarán ahora a la Ley de Mancomunidades, a la de Comarcalización si avanza en las Cortes y, desde luego, no soltarán la polémica por el plurilingüismo, a la que la presidenta del PP, Isabel Bonig, se ha aferrado. El partido irá por su lado, en una línea similar a la que se ha visto hasta ahora. Y habrá que ver si el presidente de la Diputación mantiene su perfil institucional para «delegar» su cara más bélica en la figura del vicepresidente Carlos Castillo, a quien ha puesto, de hecho, a mediar con la Generalitat Valenciana en la mesa de diálogo que Ximo Puig y el propio Sánchez acordaron crear el jueves en la reunión.

Frente a la aspiración de José Císcar, César Sánchez quiere repetir en la Diputación y presentarse como hombre de consenso y de acuerdos. Y lleva más de dos año y medio siendo la principal representación de la guerra con el Consell, no por ser un gallo de pelea como han mostrado algunos de sus vicepresidentes, sino por el mero hecho de ser el responsable de la institución más grande que le quedó al PP después de las elecciones de 2015. Haber optado ahora por apartar su imagen del conflicto, ofrecerse para los pactos, irse a ver a Ximo Puig al Palau reunirse «en sintonía» con Oltra y hablar de colaboración es, en el fondo, dejar ver al verdadero César Sánchez.