Los catalanes acudieron masivamente a votar ayer en una jornada laboral. Pese a ello, la participación fue más alta que en 2015, cuando ya batió récords. El hartazgo y la frustración domina la sociedad catalana, por motivos opuestos.

Muchos votantes tenían muy presente lo ocurrido durante el referéndum de independenciadel 1 de octubre prohibido por la justicia española, como en el liceo Ramón Llull de Barcelona, uno de los que vivió fuertes cargas policiales. «El recuerdo de ese día está más vivo que nunca, todavía siento la impotencia y la rabia», aseguraba Xavier Roset, un pintor de 57 años. «Para mí solo hay dos salidas: o Europa interviene, o esto del pacifismo se puede acabar porque la gente empieza a estar muy frustrada».

En el extremo opuesto, los votantes unionistas se movilizaban para acabar con un proceso independentista que, esgrimen, ha hecho huir a más de 3.000 empresas de la comunidad autónoma, que han trasladado sus sedes, y ha complicado las relaciones sociales. «Mucha gente pensábamos que esto de la independencia era para lograr más autonomía, pero que no era tan radical, tan unilateral», explicaba Jaume Amargant, de 53 años, empleado de una empresa de seguridad, que votó en Vic, un bastión independentista 70 kilómetros al norte de Barcelona.

Por el diálogo

Abundaron los llamamientos al diálogo, como el de Elena Mompó, una diseñadora gráfica de 26 años: «La sociedad está muy polarizada, pero creo que hay mucha gente como yo, que intenta evitar los extremos y pide diálogo para que la situacion se arregle».

«Estoy tan cansada de los políticos...», lamentaba Eva Ortoll, una profesora universitaria de 48 años de Calafell (Tarragona). «Me gustaría que haya mucha participación y diálogo entre las dos partes, pero me parece que no hay mucha predisposición. Me inquieta, pero además me cansa», añadía.