El conflicto independentista ha terminado por «enfriar» la relación política e institucionalrelación entre Cataluña y la Comunidad Valenciana. El despliegue de los acuerdos de la cumbre celebrada hace un año en València está bloqueado, se evitan iniciativas conjuntas y desde hace semanas no existe contacto alguno entre Ximo Puig, que habían mantenido una relación fluida desde que accedieron al cargo. Preocupado por el hecho de que la suspensión de la autonomíca catalana -la aplicación del famoso artículo 155 por parte del Senado- derive en una «recentralización» para el resto de territorios, Puig se opuso, durante una visita a Alicante, a la decisión de Mariano Rajoy de intervenir los medios de comunicación públicos catalanes pero le pidió a su homólogo la convocatoria de elecciones para sortear la pérdida del autogobierno. «Se han roto las costuras de la ley. Hay que coserla con la cita electoral y a partir de ahí, hablar y dialogar», propuso Ximo Puig.

A finales de septiembre de 2016 y después de haber mantenido antes del verano otro contacto en Barcelona, la Comunidad Valenciana intentó poner fin a años de incomunicación con Cataluña, el vecino del norte, nuestro principal socio comercial y un territorio de afinidad cultural compartida. En una convocatoria político-empresarial celebrada en el Palau de la Generalitat con Puig como anfitrión, ambas delegaciones acordaron, entre otras cosas, establecer relaciones bilaterales con citas semestrales, el impulso conjunto de la salida ferroviaria hacia Europa con la ejecución del Corredor Mediterráneo, la reforma de la financiación autonómica, colaboración turística y cultural ademas de un acuerdo para que se volviera a ver TV3 en territorio valenciano y la nueva RTVV en Cataluña cuando reinicie sus emisiones el próximo mes de marzo.

Ambos presidentes aún se tomaron un café hace unos meses cuando Puig telefoneó a Puigdemont camino de Barcelona, donde se dirigía para participar en el homenaje a la fallecida Carme Chacón. Pero todos esos acuerdos han quedado en papel mojado. El conflicto independentista ha arruinado esa operación de ambos gobiernos para intentar volver a convertirse en buenos vecinos. En los últimos tiempos ni siquiera se han podido coordinar iniciativas conjuntas como, por ejemplo, una exposición de Toni Miró que tenían previsto impulsar desde Cultura. Hace semanas, además, que el presidente Puig y su homólogo catalán no mantienen ninguna conversación a pesar de que el jefe del Consell junto a la balear Francina Armengol es, seguro, uno de los cargos socialistas con un perfil claro de entre los que podrían ejercer una mediación efectiva.

Ayer mismo, de hecho y durante una visita a Alicante, el presidente Puig, en una línea diferente a la marcada por Ferraz, rechazó de plano cualquier intervención de Madrid en medios de comunicación públicos como TV3. Pero le pidió a Puigdemont que convoque elecciones para poder sortear el 155 y, acto seguido, abogó por abrir un diálogo para acabar con la fractura en «dos espacios: soberanista y unionista» con fórmulas de aproximación a través de los matices ya que, a su juicio, la realidad «no es tan maniquea». Una posición de Puig que se aleja del acuerdo Rajoy-Pedro Sánchez para evitar que se visualicen aún más las diferencias en el Botànic.