No es una cuestión prioritaria. Ni para Presidencia de la Generalitat ni tampoco para Blanqueries, más pendientes de la crisis catalana en vísperas de que Carles Puigdemont tenga que confirmar la declaración de independencia con un efecto directo en la Comunidad, nuestro principal socio comercial y el vecino que facilita la salida a Europa. Pero, sin embargo, casi todos ven con preocupación la ruptura del partido con dos candidatos confirmados, ambos procedentes del grupo que respaldó a Ximo Puig en las últimas primarias: José Chulvi, alcalde de Xàbia y portavoz en la Diputación; y Rubén Alfaro, primer edil de Elda y presidente de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP). Además de la posibilidad de un tercero -Lazaró Azorín, alcalde de El Pinós- con el que el «sanchismo» jugará sus bazas para ejercer de árbitro y tener un margen para poder decidir tras la fractura de los seguidores de Puig.

Desde la cúpula del PSPV restan valor al peso que tendrán a partir de ahora las organizaciones provinciales. «Nunca hemos tenido esa cultura. Siempre nos hemos organizado por comarcas», apuntan estas mismas fuentes. Entienden, por eso, que una vez se abra el proceso -en principio la gestora se reunirá el próximo viernes para la convocatoria- se tendrá que abordar la cuestión y abrir una ronda de conversaciones para evitar que el proceso se convierta en otra batalla campal que mantenga al partido en un clima de confrontación hasta Navidad después de los dos durísimos procesos de primarias -Pedro Sánchez contra Susana Díaz y Ximo Puig contra Rafa García- que ya ha vivido el PSPV desde mayo. La apuesta, por todo eso, pasa por la neutralidad y la unidad.

Creen desde la cúpula del PSPV que muchos dirigentes del socialismo alicantino continúan demasiado imbuidos de las cuestiones orgánicas y que se olvidan de que, en estos momentos, la gran batalla de la formación es mantener el músculo para llegar a las elecciones municipales y autonómicas en una posición de fortaleza que permite renovar la alcaldía en los municipios que se pueda; y constituir una segunda versión del Pacte del Botànic. Un poder institucional que se tendrá que volver a fraguar con acuerdos de gobierno lo que obliga a ofrecer una imagen de fortaleza y alejada de las divisiones. De ahí que la voluntad de la dirección del PSPV se mantenga firme con la estrategia de que el proceso se pueda cerrar con un acuerdo.

Más allá de eso es evidente que la nueva cúpula de los socialistas valencianos juega a intentar minimizar el peso de las organizaciones provinciales, especialmente, de Alicante. Puig ya intentó, sin éxito, en el último congreso federal la vuelta a las organizaciones comarcales. La mayoría «sanchista» -con interés en mantener València en manos de los partidarios de José Luis Ábalos- vetó las enmiendas. Pero en el caso de la provincia, el jefe del Consell prefiere una dirección pactada y con un discurso de respaldo a la gestión de la Generalitat que una ejecutiva como la última encabezada por David Cerdán, cuyo líder operaba casi en solitario por el divorcio con el resto de su dirección y se mostraba muy crítico con Ximo Puig. Lograr ese punto de estabilidad es lo que está en juego. Y no es poca cosa.