El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ha tomado las riendas de una negociación en la que es consciente de que se juega parte de la credibilidad de su proyecto económico. El turismo es el motor que impulsa gran parte de la riqueza de la Comunidad y la aprobación de una tasa turística puede generar un divorcio con los empresarios que, en un principio, se muestran reacios a la instauración de un impuesto que grave la pernoctación. Al final y pese al esfuerzo de Puig en su intervención, lo que ha trascendido del Debate de Política General celebrado la semana pasada en las Cortes es la iniciativa de Podemos apoyada por los diputados de Compromís para mandatar al Consell a la instauración de esa tasa.

Como reconocieron desde ambas partes, el titular de la Generalitat ya ha mantenido algún contacto con el nuevo líder de Podemos, el alicantino Antonio Estañ, para tratar de abordar la cuestión. Los morados admiten las conversaciones pero las enmarcan, todavía, en un tono informal. La intención de Puig es hacer un «acopio de información» para poder abordar la cuestión con todos los datos y, desde luego, sin aplicar la tasa en 2018 vía presupuestos toda vez que en menos de un mes y medio ese presupuesto tendrá que estar en las Cortes. «No hay tiempo material para que se apruebe este año. Es un procedimiento muy complejo», apuntaron estas fuentes que recalcaron la posibilidad de que cada municipio pueda decidir si la acaba aplicando.

El voto de los morados es decisivo para la aprobación de los presupuestos de la Generalitat y quieren jugar con ese peso para ganar visibilidad ahora que ya se ha superado la mita de la legislatura. Ven necesario un gesto para la aprobación de la tasa, que recuerdan estaba en su programa electoral y consideran un arma de presión para poder salir triunfantes del trámite de las cuentas del Consell.