Ximo Puig le tendrá, al final, que dar las gracias a Pedro Sánchez y a sus partidarios. Hace poco más de dos meses, tras las primarias en las que Sánchez arrasó en la Comunidad por 35 puntos de diferencia a Susana Díaz, el liderazgo del jefe del Consell, enrolado con la causa de la andaluza en aquel proceso, estaba casi liquidado. A punto de hundirse. El nuevo jefe de Ferraz vio entonces la oportunidad de hacerse con el poder de la federación socialista valenciana, la segunda más importante del PSOE. Y le presentó como rival a Rafa García, un «semidesconocido» alcalde de la localidad valenciana de Burjassot que le había montado dos actos de campaña a Pedro Sánchez en su pueblo. Y ese movimiento, precisamente, le ha acabado dando la vida al presidente de la Generalitat, como se evidenció ayer durante la primera jornada del congreso que los socialistas valencianos celebran durante este fin de semana en Elche para elegir a la nueva ejecutiva que acompañará a Ximo Puig y trazar su estrategia política.

En aquel pecado de desenterrar el hacha de guerra contra Puig iba la penitencia de Pedro Sánchez. Y el líder del PSOE, enfrentado al jefe del Consell desde que éste se sumara a la revuelta para su dimisión en octubre de 2016, la empezó a pagar en unas primarias para elegir al nuevo secretario del PSPV en las que el jefe del Consell pasó de salir derrotado a una victoria justa y una contestación del 42%. Ya era, pese a todo, un triunfo para Puig. Y la continuó sufriendo durante una sesión de apertura del congreso de los socialistas valencianos en la que el secretario general del PSPV, a pesar de recibir duras críticas de su adversario en las primarias, acabó difuminando todavía más al «sanchismo»: consiguió el aval en público claro y rotundo del propio Pedro Sánchez; y logró aumentar la ventaja que cosechó en las primarias con un respaldo cercano al 70% a un informe de gestión que Ximo Puig identificó, en gran medida, con los avances registrados en la gestión del Consell.

A Pedro Sánchez no le quedaba otra que dar su respaldo a Puig. No tenía otra salida que escenificar la unidad a pesar de que es público y notorio que entre ambos dirigentes no hay ningún tipo de «feeling». El líder del PSOE había pedido salir y llegar a IFA sin pasar por los pasillos de delegados ni responder a los periodistas. Y así fue. Llegó y compartió unos minutos en una sala privada con Puig y otros dirigentes como el secretario de Organización del PSOE, el valenciano José Luis Ábalos. Había nerviosismo. Pero Pedro Sánchez interpretó el papel que le tocaba. Acompañó a Puig en la entrada al plenario, le levantó la mano en el escenario ante todos los delegados en señal de ungir al ganador y los dos se sentaron juntos para seguir el arranque del congreso en una conversación, en apariencia, de total normalidad. «Esa foto de los dos juntos era la que querían ver los delegados del PSPV», reflexionó un dirigente socialista. Con cara más circunspecta seguía la sesión, al lado de Sánchez, el citado Ábalos, al que sí se notó más ausente tanto en las formas como a la hora de los aplausos. Apenas unas horas antes de arrancar el congreso, Ábalos había pedido una reflexión a Puig por la contestación superior al 40% que cosechó en las primarias. El PSPV, a lo largo de su historia, ha tenido tres secretarios de Organización: Ciprià Ciscar, Leire Pajín y ahora José Luis Ábalos. Ninguno tuvo un papel tan de segundo orden como el que Ábalos interpretó ayer. Ahí acabó ayer su congreso. Hoy se va a Extremadura.

Con ese panorama subió Pedro Sánchez a la tribuna. «Me gusta hablar claro», detalló para desvincularse por completo de la operación para moverle la silla a Ximo Puig, una elucubración que atribuyó a los «medios de comunicación conservadores». «Ximo, tienes todo mi apoyo para ser presidente de la Generalitat en 2019. Tu eres mi secretario general», subrayó un Pedro Sánchez en tono solemne y usando una construcción de liturgia casi papal. Acabada su intervención, el líder del PSOE salió por el mismo sitio por el que había llegado: sin paseo por los pasillos para saludar a los militantes ni tampoco atender a periodistas. Se volvió a Madrid cumpliendo con la segunda parte de la penitencia del pecado original que le ha hecho pasar de intentar moverle la silla a Puig a tener que jurarle lealtad en público. Veremos hacia dónde camina esa relación y si se mueve en la dirección de la paz, apuntaban ayer cargos socialistas tras escuchar a Sánchez.

Segundo episodio

Cubierto el primer episodio del congreso con la escenificación en público de la apertura de una nueva etapa entre Ferraz y Blanqueries, arrancó el debate sobre la gestión de Ximo Puig al frente del PSPV. Un balance que el presidente identificó con la gestión su gobierno, incluyendo el apoyo a los puntos más polémicos como el plurilingüismo en la Educación, suspendido por los tribunales. Era el termómetro real del nivel de crítica contra el jefe del Consell después de su victoria. Y el secretario general de los socialistas valencianos cubrió también su objetivo: ampliar la ventaja del 57% con la que ganó las primarias. Consiguió el aval de casi un 69% de los delegados -257 votos- frente a un 28% -106- que lo rechazaron secundando el llamamiento que realizó Rafa García, rival de Puig en las primarias por el control del PSPV. Hubo unos 80 delegados que se marcharon sin llegar a participar en la votación, que se realizó pasadas las once de la noche.

El debate del informe de gestión, en todo caso, no estuvo exento de tensiones. Hubo una quincena de intervenciones. Entre las que se mostraron a favor de la labor del presidente de la Generalitat las de los alcaldes de Alicante, Gabriel Echávarri, o Sant Joan d'Alacant, Jaime Albero. Hubo tres en contra, una de ellas la del mencionado Rafa García, que se mostró durísimo. Pero se encontró con la respuesta, también en tono vehemente, de Puig, que cerró la primera jornada del congreso con el respaldo de Pedro Sánchez y aumentando la ventaja que logró en las primarias hasta casi el 70% de los delegados socialistas.