El socialismo alicantino llega al congreso del PSPV que se celebrará dentro de una semana desfondado. Sin cabeza visible, sin dirección y sin referentes políticos e institucionales capaces de ejercer influencia sobre el proyecto que debe trazar el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, para llegar con garantías a las elecciones autonómicas y municipales de 2019 después de salvar los muebles en las primarias y renovar su mandato al frente de la dirección del PSPV. A una semana vista de ese cónclave que tiene como sede Elche, el partido continúa descabezado en la provincia, sin ejecutiva desde hace más de un mes y medio, incapaz ni tan siquiera de nombrar una gestora, sin protagonismo ni presencia de sus principales cargos institucionales y políticos pero, además, encima, sin atisbo de consenso sobre la persona que pueda tomar las riendas de la organización cuando se convoque el congreso provincial.

No se trata de un problema menor para Ximo Puig. No es una cuestión de segundo orden. Ni mucho menos. Al presidente de la Generalitat le preocupa la irrelevancia en la que vive el socialismo alicantino teniendo en cuenta, además, que si hoy Puig está al frente del Consell es gracias a su resultado en la provincia. Alicante fue la circunscripción que decantó el liderazgo de la izquierda a favor del PSPV y que, por tanto, le facilitó la presidencia del Consell en detrimento de Mónica Oltra. Y, al menos sobre el papel y con todas las reservas a dos años vista de esas elecciones, es el territorio en el que Ximo Puig puede continuar sacando una cierta ventaja en las urnas a Compromís. Así que estamos ante un asunto de primera magnitud para los socialistas. Asunto que, en cualquier caso, no se resolverá sólo en el congreso del PSPV. Necesitará de un trabajo posterior dentro de un escenario que, estos momentos, sigue plagado de obstáculos y golpeado por tensiones y turbulencias.

El socialismo alicantino lleva más de mes y medio con vacío de poder. La dimisión de David Cerdán como secretario provincial arrastrado por sus diferencias con la cúpula «sanchista» por la gestión de su victoria frente a los «susanistas» dejó sin ejecutiva al partido en Alicante. No hay dirección pero tampoco una gestora. Los intentos de nombrar un mando provisional que pueda, al menos, preparar el congreso provincial se han estrellado con las diferencias entre la dirección del PSPV y el actual «aparato» de Ferraz, ya bajo control de José Luis Ábalos como mano derecha de Pedro Sánchez, sobre el camino a tomar para abordar el problema. Y, al final, la victoria de Puig en las primarias del PSPV ha evitado que Madrid tomara una decisión que se interpretara como un choque directo entre el jefe del Consell y el propio Sánchez en su vuelta a Ferraz.

A la falta de dirección se une, además, el escaso protagonismo y la poca influencia de los principales cargos políticos e institucionales del socialismo alicantino que, como se recordará, se quedó sin cuota del PSPV provincial en el Consell, algo que sí hizo Compromís con Rafa Climent y, especialmente, con Manuel Alcaraz. El «doble» cabeza de lista a las Cortes y al Congreso, Julián López Milla, ahora parlamentario en Madrid, ha quedado diluido y perdiendo gran parte de su rol como diputado de circunscripción. Del grupo en las Cortes no han surgido nuevas figuras y casi todos los diputados han optado por concentrar su labor en València con poca visibilidad en las comarcas de Alicante. José Chulvi, portavoz en la Diputación y alcalde de Xàbia, nunca ha querido jugar un papel de peso en el partido. Y ahora tampoco a pesar de que podría hacerlo con naturalidad a poco que emergiera como contrapeso a César Sánchez, presidente de esa institución y el principal activo del PP en su oposición al Consell. No actúa como referente provincial. Ni Chulvi ni ninguno de los otros diez diputados con los que el PSPV cuenta en la Avenida de la Estación.

Sin liderazgos en el Congreso, en el Consell, en las Cortes o en la Diputación, ese valor de referencia del PSPV en la provincia tampoco ha salido de entre los alcaldes que engrosaron el poder municipal socialista a base de pactos después de las elecciones de 2015. Al alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, le condiciona la inestabilidad de la gestión municipal; las especulaciones que, desde hace semanas, se han extendido sobre su futuro político en el supuesto de una imputación a raíz de la denuncia por el «troceo» de facturas en Comercio; y su relación política con Ángel Franco. El primer edil de Elche, Carlos González, goza de una cierta calma en la labor municipal pero, sin embargo, no la tiene en el partido. Cayó claramente en las primarias que encumbraron a Pedro Sánchez y su agrupación fue la única en la que el «sanchismo» resistió en la victoria de Ximo Puig gracias al exalcalde Alejandro Soler. Es el único alicantino en la nueva ejecutiva federal pero, sin embargo, casi nadie más allá del Baix Vinalopó le reconoce un papel de referencia provincial después de que el presidente de la Generalitat fuera capaz de darle la vuelta a la tortilla en las primarias.

Para acabar de pintar el cuadro de debilidad del socialismo alicantino, la capacidad de influencia sobre las decisiones de Puig dentro del PSPV se ha desplazado hacia València. Al margen del «clan de Gandía» liderado por el tándem Alfred Boix y José Manuel Orengo, en la foto de la noche electoral, por ejemplo, jugaron un papel de relevancia, como durante la campaña, el primer edil de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, y, sobre todo, el presidente de la Diputación de València y alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, que actúa de portavoz de Puig. De Alicante sólo estuvo la diputada Toñi Serna, a la que un grupo de partidarios del jefe del Consell postula para un papel de relevancia en el nuevo «aparato» de Organización pero que, sin embargo, tampoco genera unanimidad ni entre el conjunto de seguidores de Puig ni entre el bando «sanchista».

Y, con este panorama, la intención de Ximo Puig es que haya un acuerdo para la secretaría provincial que evite otro enfrentamiento más. No parece fácil. Tres nombres empiezar a sonar para optar a ese puesto. Rubén Alfaro, alcalde de Elda y presidente de la Federación de Municipios, del que una parte recela por su relación con el onmipresente Franco; el alcalde de Alcoy, Toni Francés, que cuenta a su favor con la relación de privilegio que tiene con el mencionado Jorge Rodríguez como hombre fuerte de Puig; y Lázaro Azorín, alcalde de El Pinós y aspirante de una parte del «sanchismo». Con todo esto sobre el tapete, el PSPV deberá intentar resolver el jeroglífico de un territorio determinante para su futuro electoral.