La Fiscalía Anticorrupción acusa Rafael Blasco, Marc Llinares y Augusto César Tauroni de crear un círculo perfecto de presuntas corruptelas en el que todos sacaban tajada, a costa de las ayudas que se concedían a las ONG. Estas ayudas amañadas en origen «tenían como finalidad el enriquecimiento personal de Augusto Tauroni, el de Rafael Blasco y Marc Llinares (...) que recibieron dinero de esas subvenciones» a través del empresario y amigo íntimo del exconseller.

El Ministerio Público detalla en su escrito, al que ha tenido acceso este diario, cómo eran las entregas de mordidas que salían, por ejemplo, de una subvención de 137.377,07 euros concedida en 2011 a la ONG Esperanza sin Fronteras para un «Proyecto agropecuario de soberanía alimentaria y creación del centro de acogida para niños huérfanos y pobres» en Uchiza (Perú).

Seguir el rastro a este dinero era complicado, pero la investigación de la UDEF (Unidad de delincuencia económica y fiscal) y la Fiscalía Anticorrupción logró averiguar cómo se hurtaban las subvenciones a sus legales destinatarios. Esperanza sin fronteras ingresó en 2011 un total de 12.000 euros en la empresa Chust Alzira SL, controlada por Tauroni a través de un testaferro, quien a su vez reingresó este dinero en otra empresa de su órbita, Matuscas SL. El propietario de esta última empresa, José Luis Mezquita Alcañiz, ocultó 5.000 euros en un sobre «para llevárselo a la secre del conill entre el viernes y el lunes», asegura Arturo Tauroni (hermano del empresario encarcelado e imputado en esta causa) en un correo enviado el 26 de julio de 2011. El «conill» es, para el Fiscal Anticorrupción, el exconseller Rafael Blasco, a quien la trama del desvío de ayudas a la Cooperación también identificaba como «conejo» o «Roger Rabbit» en los correos que intercambiaban.