Hace dos meses, en el PSPV se hablaba de un congreso más o menos tranquilo en el que el liderazgo del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, estaba asegurado sin apenas contestación. Los socialistas habían retornado al Palau después de veinte años en la oposición y la estrategia, en principio, pasaba por mantener unido el poder orgánico y el institucional. Hoy, sin embargo, el cargo de Puig como secretario general de los socialistas valencianos está en el aire después de la arrolladora victoria en la Comunidad Valenciana de los afines a Pedro Sánchez frente a la andaluza Susana Díaz, que tenía el respaldo del jefe del Consell. Gran parte de los afines al presidente saben que, en estos momentos, Puig tendría dificultades para mantener el puesto en el supuesto de que los «sanchistas» le acaben presentando una alternativa a las primarias con una mínima consistencia. Y los principales alcaldes del PSPV están gestando un movimiento para intentar «salvar» la figura de Ximo Puig y tratar de frenar la escalada de tensión interna.

Hoy se vivirá el primer acto de un proceso que, en el próximo mes y medio, obligará a Puig a jugarse su liderazgo al frente de los socialistas valencianos y gran parte de su imagen como presidente de la Generalitat. El jefe del Consell está dispuesto a seguir adelante y presentarse a la reelección, como anunció hace meses. Considera que la valoración de su gestión es positiva y no cree, apuntan desde su entorno, que haya razones objetivas para intentar relevarle más allá de unas primarias -el enfrentamiento entre Pedro Sánchez y Susana Díaz- que, en su opinión, no tienen ningún efecto sobre sus aspiraciones a pesar de que, en general, se han interpretado dentro del PSPV como un signo de debilidad y de evidencia de que se encuentra en minoría. El jefe del Consell cree que muchos de los que votaron contra la presidenta andaluza, por contra, no desean su relevo al frente del PSPV.

Los «sanchistas» aflojan y aprietan el nudo sobre Ximo Puig desde hace días. Amagan desde la noche de las primarias con un candidato alternativo, reclaman una cuota de mando casi absoluto en la nueva dirección del PSPV y ya tienen decidido vetar el modelo organizativo promovido por el presidente de la Generalitat para que los socialistas valencianos liquidaran las ejecutivas provinciales y volvieran a las comarcas. Frente a eso, Ximo Puig ha renunciado a acudir como delegado al congreso federal para intentar rebajar la tensión y apuesta por una ejecutiva de integración absoluta con un proyecto, como le gusta decir al presidente, de «valencianismo inclusivo» de Castellón a la Vega Baja.

El problema es que, en estos momento, toda esa operación necesita una base. Y eso sólo se puede conseguir a través de la red de alcaldes del PSPV. No hay otra posibilidad. Muchos coinciden en que, en estos momentos, sacar a Puig de la secretaría general de los socialistas valencianos supondría debillitar su posición máxime cuando encabeza un gobierno casi a la par en número de efectivos en las Cortes con Compromís, el principal socio del Consell. El presidente de la Diputación de València y alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, ya ha mantenido contactos en esa dirección, por ejemplo, con su homólogo de Alcoy, Toni Francés, al tiempo que también pretende sumar al portavoz en la Diputación y primer edil de Xàbia, José Chulbi; al alcalde de Dénia, Vicent Grimalt; y a los regidores de Elda y Elche, Rubén Alfaro y Carlos González. Gabriel Echávarri, alcalde de Alicante, también ha ofrecido su respaldo a Puig. Todo con la idea de «salvar» al jefe del Consell y dar aire al PSPV.