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Aeropuerto de Castellón

Un aeropuerto sin aviones para el «abuelito»

El Consell asumió en 2004 construir la infraestructura como concesión al cacique provincial del PP

Rotonda de entrada a las instalaciones del aeropuerto de Castellón, en una obra de 2012. efe

En enero de 2004, hace ahora trece años, Francisco Camps acababa de acomodarse en la presidencia de la Generalitat. La batalla que se avecinaba por el mando del PP con los seguidores en Alicante de Eduardo Zaplana -exiliado en Madrid como Ministro de Trabajo tras abandonar voluntariamente el Consell tras ocho años en el cargo- le obligaba necesariamente a contar con Carlos Fabra, el caudillo de los populares en Castellón para desnivelar la contienda. Así que después de que Zaplana le concediera Terra Mítica a Benidorm y la Ciudad de la Luz a Alicante, Camps desempolvó un viejo proyecto que se remontaba al año 1997 para construir un aeropuerto en Castellón y contentar a Carlos Fabra. «¿Os gusta el aeropuerto del abuelito?», le dijo a sus nietos el presidente de la Diputación castellonense el día de la inauguración el 25 de marzo 2011 en una frase que evidencia una forma de gobernar y de entender la gestión desde un interés personal alejado de las necesidades de los ciudadanos.

Trece años después de aquel acto de colocación de la primera piedra al que acudieron Juan Costa y el citado Zaplana, entonces ministros de Aznar, junto a Francisco Camps y a Carlos Fabra -hoy condenado por fraude y en prisión aunque recientemente ha conseguido beneficios penitenciarios-, el aeropuerto de Castellón continúa siendo, como la mayoría de las infraestructuras impulsadas desde Proyectos Temáticos -la mercantil a través de la cual el Consell gestiona sus iniciativas de ocio- un pozo sin fondo de inversiones millonarias que se han esfumado. Un quebranto para las arcas públicas y que encima no han cumplido ni de lejos las perspectivas de negocio con las que se crearon. De las arcas de Proyectos Temáticos, como figura en los balances de la sociedad, han salido durante este tiempo 76,9 millones -cerca de 13.000 millones de las antiguas pesetas- para dar aire a una infraestructura financiada íntegramente por la Generalitat, gestionada a su vez por la sociedad pública Aerocas y que ni siquiera se ha podido integrar en la red operativa de AENA.

De esa cantidad, una vez cerrado el ejercicio de 2015 -correspondiente al último año auditado-, figuraban como activos en los balances de Proyectos Temáticos un total de apenas 51,6 millones como valor de las participaciones de Aerocas. Una tercera parte del dinero gastado por la mercantil en el aeródromo -25,3 millones, como se puede apreciar en los datos del cuadro anexo- ya se ha perdido. Es seguro, no obstante, que el «agujero» económico del aeropuerto en las arcas de la sociedad pública es mucho mayor. Proyectos Temáticos ha ido cediendo porcentajes de participación que se han tenido que asumir directamente desde la Generalitat y además el accionariado que la empresa declara en Aerocas tiene un valor real muy inferior toda vez que nos encontramos ante una instalación sin apenas actividad real y con un tráfico de pasajeros ridículo. Un auténtico despropósito para una gestión pública.

El aeropuerto de Castellón se construyó en las inmediaciones de los términos municipales Vilanova d'Alcolea y Benlloch. En un espacio geográfico muy complicado para su desarrollo: a poca distancia de Manises y también cerca del aeropuerto de Tarragona, que está ubicado en Reus. Desde un principio, la gestión la asumió la sociedad pública Aerocas, participada por Proyectos Temáticos, la Diputación de Castellón con una porción muy reducida y directamente por la Generalitat, que no reparó en ningún tipo de gasto. Tiró con pólvora de rey. Sin ir más lejos construyó una autopista con fondos autonómicos y de uso gratuito que llega hasta la misma rotonda de acceso a las instalaciones aeroportuarias.

El complejo se inauguró oficialmente en marzo de 2011, justo a las puertas de la campaña para unas elecciones autonómicas en las que, unos meses antes de su dimisión salpicado por el trama Gürtel, Camps renovó por última vez su mandato al frente del Consell. Pese a organizar una puesta de largo en la que no se escatimó con autobuses sufragados con dinero público para llenar el recinto con más de dos mil personas, el aeropuerto no recibió todos los permisos para operar hasta diciembre de 2014 pero aún se quedó casi otro año en blanco sin registrar operaciones aéreas regulares. Convertido en un símbolo del derroche de fondos públicos y de las malas prácticas en la gestión durante los años de la crisis, el último gobierno del PP, encabezado por Alberto Fabra, intentó dar aire al negocio de Aerocas en los estertores de su etapa en la Generalitat.

Pero en lugar de buscar una salida para intentar rentabilizar la inversión con dinero público, el Consell buscó una empresa para explotar el complejo de la que, sin embargo, no obtiene ningún beneficio. Todo lo contrario. Le paga una cantidad por quedarse con las instalaciones. En marzo de 2014, el gobierno del PP adjudicó a la canadiense Lavalin -ahora a su vez absorbida por un holding francés- el contrato de explotación y mantenimiento del aeropuerto de Castellón durante cuatro años con un canon de 24,5 millones. En plata: además de una inversión millonaria y ruinosa, al Consell le cuesta dinero abrir todos los días las puertas del complejo aeroportuario.

Con la gestión de la mercantil canadiense, la base inició sus vuelos comerciales en septiembre de 2015. En 2016, el aeropuerto de Castellón superó los 110.000 viajeros y consolidó cuatro rutas regulares. La cifra es paupérrima. Insignificante: el aeropuerto de Alicante mueve ese volumen en sólo un fin de semana del verano para 12,3 millones de usuarios anuales. Ese es el resultado, trece años después de poner la primera piedray seis después de la inauguración, de una inversión ruinosa realizada con criterios políticos y al margen de la realidad económica. Un «agujero» en Proyectos Temáticos de una tercera parte del dinero gastado, una empresa a la que se paga por gestionar el complejo, sin apenas negocio y pérdidas año tras año. La dependencia del aeropuerto de Castellón de la aportación de la Generalitat es absoluta. Hasta el punto de que hace apenas tres semanas, autorizó una ampliación de capital de 4,95 millones para hacer frente a impagos del IVA que se remontan a la etapa del PP. La envenenada herencia temática que ha tenido que asumir el gobierno del Pacte del Botànic.

«¡Hoy empieza la transformación socioeconómica de Castellón!», lanzó Carlos Fabra durante su discurso del 25 de marzo de 2011, en la jornada en la que se celebró la inauguración del complejo. Sin vuelos ni tampoco aviones fue un arranque de aeropuerto peatonal. «Vamos a dar la oportunidad a los ciudadanos para conocer las instalaciones con tranquilidad, como una atracción turística más», subrayó. No se quedó atrás en la contestación el entonces jefe del Consell y líder regional del PP, Francisco Camps, y desde la tribuna piropeó a Fabra: «Carlos... ¡eres un visionario!». Una visión que le ha costado muchísimo dinero a los ciudadanos.

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