La condena a nueve años de cárcel por amañar contratos de Fitur sumió ayer en la más absoluta soledad, tanto personal como política, a quien entre 2007 y 2011 fue la segunda máxima autoridad de la Comunidad Valenciana tras ser nombrada presidenta de las Cortes por Francisco Camps.

Milagrosa Martínez no salió ayer de su casa en todo el día. Ni se asomó a la ventana ni se dejó ver. Tampoco respondió a las insistentes llamadas al teléfono y al timbre de su casa, que este diario efectúo por la mañana y por la tarde esperando alguna declaración tras conocerse la decisión del TSJ.

Ningún cargo público del Partido Popular, del que fue una destacada dirigente desde que en 1995 asumió la Alcaldía de Novelda, acudió ayer al chalé del paraje del Campet donde reside desde hace años protegida por las cámaras de seguridad y los altos muros de hormigón de la valla.

En el peor día de su vida sólo recibió el apoyo directo de sus hijos, su nuera, tres amigas íntimas ajenas al mundo de la política, su exasistenta de hogar y exconcejala popular Isabel Cascales y el expolicía local Juan Carlos Cremades, que fue su chófer, guardaespaldas y hombre de absoluta confianza durante su etapa de alcaldesa. Sobre todo entre los años 1999 y 2004. Precisamente Cremades acaba de cumplir casi tres años de cárcel en el centro penitenciario de Picassent por el Caso Cabalgata, en el que fue acusado de apropiarse de 24.000 euros de las arcas municipales destinados al pago de las carrozas y animales que participaron en el desfile de los Reyes Magos de 2007. Fue a finales del año pasado cuando consiguió el tercer grado y ya se encuentra en libertad condicional.

El exchófer acudió ayer en su coche al chalé de Milagrosa a las 10.15 horas. Tan solo diez minutos después de que lo hiciera la exasistenta de hogar Isabel Cascales. Ambos llamaron por sus móviles antes de entrar a la finca y ninguno dijo nada. Pero salieron juntos sobre las 12.30 horas. Media hora antes de que llegaran en un solo turismo las tres únicas amigas que fueron a mostrarle su apoyo personalmente en un momento tan duro para la exconsellera de Turismo. Una actitud que contrastó, sin embargo, con la hostilidad hacia el fotógrafo de este diario mientras se encontraba haciendo su trabajo en un espacio público y de forma respetuosa. Una de ellas llegó a increparlo y le hizo fotos con su teléfono móvil, amenazándolo con emprender acciones legales, mientras otra exclamaba: «Sólo hemos venido a ver a un ser querido. Déjenos en paz».

También los dos hijos de la condenada y la esposa del mayor salieron y entraron varias veces del domicilio, caminando o en coche, en hermético silencio aunque sí detuvieron su marcha un instante para anotar la matrícula del turismo del redactor gráfico.

Y así transcurrió el día de la condena por el caso Gürtel hasta que anocheció. Y aunque algún vecino aseguró que Milagrosa vive ahora en Monforte, el coche que utiliza permaneció todo el día en la finca y las visitas que recibió demuestran que, efectivamente, decidió aislarse para evitar exponerse a la opinión pública y pensar en el pasado y en el futuro.