El presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, ese hombre de talante prudente y conciliador que no despierta iras, pero tampoco fieles, es el que dirige la institución provincial, pero no la que la lidera. Tanto desde dentro como desde fuera de la Diputación, la figura del actual mandatario provincial se adapta más a la de un gestor que a la de un dirigente. Y el grupo del Partido Popular necesita, precisamente ahora, más de lo segundo que de lo primero.

De puertas hacia dentro, un responsable de una institución con liderazgo en su grupo debería poner orden en la guerra desatada entre los vicepresidentes. Una batalla que ha propiciado que los mismos que deben trabajar codo a codo, por contra, se estén dando coces entre proyecto y proyecto. El conflicto abierto entre el portavoz del PP, Carlos Castillo, vicepresidente cuarto y diputado, entre otras cosas, de Economía, y el vicepresidente tercero y responsable de Hacienda, Alejandro Morant, es algo que ya debería haber tenido una respuesta por parte de César Sánchez, casi desaparecido de los grandes asuntos de la escena de la Diputación y con agendas cada vez más reducidas en el Palacio Provincial.

Esa estrategia de echar balones fuera en relación a las rencillas entre los dos diputados que llevan los números de la Diputación y hacer como si no pasara nada en algo que conocen hasta los ordenanzas no dice mucho del liderazgo del encargado de mantener la casa limpia, mucho menos cuando se trata de dos figuras que necesitan trabajar en perfecta sintonía al ser Carlos Castillo el encargado de las cuentas de la institución y Alejandro Morant el encargado de ejecutarlas como diputado de Hacienda.

César Sánchez, a estas alturas, debe saber que hay diputados que hablan de mal ambiente. Y ese tufillo se ha extendido en el grupo popular a partir del hervidero generado en el grupo de vicepresidentes, en el que Eduardo Dolón ha intentado mediar, eso sí, sin mucho éxito. El presidente ni siquiera fue capaz de mostrarse rotundo a la hora de defender, como sí hicieron otros dirigentes populares, las líneas rojas anticorrupción de su propio partido cuando Morant, con su polémico lenguaje de Facebook y en tono casi soez, rechazó de plano esas medidas del PP tras conocer la muerte de la senadora y exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá.

De puertas hacia fuera tampoco parece la característica de un líder político titubear respecto a sus posicionamientos políticos. El vaivén sobre la postura de la Diputación ante el fondo de cooperación municipal del Consell ha sido solo un ejemplo. Sánchez tuvo que reunirse con todo su equipo para salir ante los medios a ofrecer una respuesta clara sobre su adhesión al mismo -o mejor dicho, su «no» adhesión al proyecto- en los presupuestos de la Diputación del año que viene. Fue el presidente provincial del PP -no el de la corporación provincial- el que marcó en una rueda prensa posterior a una reunión de la ejecutiva del partido lo que la Diputación tenía que hacer respecto al fondo que impulsa el Consell: apartarse para minar al gobierno de izquierdas sin pensar en los municipios.

Y encima está dejando que sea Carlos Castillo el que se enfrente a las críticas más duras contra su grupo, procedentes de los bancos del grupo de Compromís. Es el portavoz del PP -cierto es que también le va en el cargo- el que ha defendido con más vehemencia la postura de la Diputación en asuntos como la Xarxa Llibres o en relación a ese «autocoronado» papel de gobierno provincial que quiere transmitir la institución como contrapeso al Ejecutivo autonómico. El portavoz de Compromís, Gerard Fullana, se enfrenta con Castillo como estrategia política a la vez que negocia, casi en silencio, con César Sánchez para que se tengan en cuenta criterios objetivos de reparto en el plan de obras financieramente sostenibles del año que viene y en los presupuestos de 2018.

Esos ataques de Fullana, hoy por hoy el jefe de la oposición en el Palacio Provincial, lejos de desgastar a Carlos Castillo, le ponen en el mapa. En el PP jalean al edil en Alicante, empeñados como están los populares en concentrar sus ataques contra Compromís. A ver si al final de tanto dejar que Castillo se desgaste va a terminar César Sánchez por entregarle lo que el mandatario provincial debería empezar a tener desde ya mismo tras un año y medio asentándose en la presidencia de la institución: liderazgo. Ya sea para que Carlos Castillo lo use para ganar más influencia en el Palacio Provincial o en el futuro proceso interno del PP. Cuestión de tiempo.