Los intentos de remontada de Podemos en Alicante se enfrentan al lastre de su pasado. La trayectoria de la formación morada ha venido precedida por un rosario de baches, críticas internas y trances bochornosos -como el «pucherazo» en las primarias de 2015 para elegir al anterior Consejo Ciudadano- para una organización que se jacta de hablar de las nuevas formas de hacer política. El Consejo Ciudadano Municipal -el órgano de dirección de la formación morada en la ciudad elegido recientemente- y su secretario local, Pascual Pérez Cuenca, intentan poner a trabajar a toda la ejecutiva por un nuevo proyecto alejado, como dice el propio Pérez Cuenca, de batallas internas y el «ombliguismo». Pero insuflar aire a una organización tocada por las trampas en los comicios internos, las distintas facciones y una tránsfuga que adjudicó un contrato municipal a amigos siendo concejala no va a ser cosa sencilla.

Si a eso se le une la última crisis de imagen de partido por el tuit que escribió uno de su cargos esta semana tras la muerte de Rita Barberá solo unos días después de conformarse el nuevo Consejo, la remontada se hace más complicada todavía. El esfuerzo de la formación para acabar con el pasado y proyectar imagen de partido fuerte empieza a sonar a estrategias desarrolladas por formaciones políticas tradicionales que ya llevan muchos años en esto. El problema es que Podemos Alicante es muy nuevo todavía para hacer un discurso rupturista con lo acontecido hasta las últimas primarias.

El primer estallido

La primera crisis local del partido vino en 2015 con las elecciones primarias para elegir al Consejo Ciudadano y formar el órgano de dirección municipal. La ejecutiva resultante, liderada por Jesús Bustos y en la que se encontraba la actual diputada tránsfuga en las Cortes Valencianas, Covadonga Peremarch, acabó dinamitada tras hacerse público el «pucherazo» de los de Bustos. Algunos de sus miembros, entre ellos Peremarch -que terminó siendo expulsada del partido- hicieron trampas con el censo para hinchar votos en la candidatura de Bustos. Finalmente, la ejecutiva dimitió, el partido supendió de militancia durante un año a buena parte de sus miembros y se formó una gestora, en las que se encontraban la diputada en el Congreso Rita Bosaho o la parlamentaria autonómica Llum Quiñonero. Durante el año de gestora, el partido se ha movido sin fuertes referentes en la ciudad. Es más, la convocatoria de primarias para la reciente elección del Consejo Ciudadano dejó patente las facciones internas que se cuecen en la formación. Las distintas candidaturas, entre las que figuraban los afines a la edil tránsfuga Nerea Belmonte, fueron un botón de muestra.

El caso de Nerea Belmonte es otro de los episodios más espinosos para la organización morada. Poco después de asumir la concejalía de Acción Social y Vicienda con Guanyar -coalición con la que se presentó como independiente al renunciar Podemos a presentarse a las municipales-, Belmonte se vio envuelta en el escándalo de la adjudicación de un contrato a una empresa de unos amigos, Techdata. Este hecho motivó su expulsión de Podemos, pero la cicatriz que ha dejado este episodio a la formación tardará en borrarse.

Lo que sí tiene la organización de la ciudad es el respaldo del síndic, Antonio Montiel, un líder de Podemos vinculado a Íñigo Errejón, cercano a la diputada y miembro del nuevo Consejo, Llum Quiñonero.

Por si faltaba algo, uno de los consejeros del nuevo órgano directivo, Víctor Fernández, encendió las redes sociales con un tuit escrito tras la muerte de Rita Barberá en el que sugirió su quema para dar calor a una familia sin recursos. Fernández, para más chicha, está alineado con la facción más cercana a Nerea Belmonte (fue su asesor municipal), de la que Pascual Pérez no quiere ni oír hablar. Fernández llegó al Consejo Ciudadano tras ser elegido en listas abiertas en las recientes primarias, donde entraron los 19 miembros de la lista de Pérez y otros cinco candidatos.