Conocí a Rita Barbera en la época en la que estuve en la Secretaria General de la Conselleria de Justicia, Administración Territorial, Interior y Administraciones Públicas.

La recuerdo como una mujer vital, amable, simpática, trabajadora y honesta. Era tan espontánea que manifestaba su opinión, sobre cualquier tema, con total claridad. En aquella época Rita era la mujer mas querida y poderosa del Partido Popular de la Comunidad Valenciana. Se sentía valenciana por los cuatro costados, de tal manera que, como yo me siento muy alicantina, nuestras conversaciones versaban siempre sobre la vertebración de nuestra tierra. Recuerdo que yo le recriminaba lo del «cap i casal» que ella tanto usaba y por mucho que yo se lo recriminara, pues pensaba que, dada la importancia que ella tenía, debía dominar su pasión por Valencia. Me contestaba siempre que era valenciana por todos sus costados y que no pensaba cambiar su frase favorita, entre otras cosas porque la vertebración la correspondía a otras personas. Recuerdo que por mucho que le insistiese, especialmente en los mítines en la Plaza de Toros, mítines en los que los asistentes eran de toda la Comunidad, ella se mantenía en sus trece pues me decía que ella hablaba como Alcaldesa de su querida ciudad de Valencia.

Dedicó gran parte de su vida a mejorar Valencia. Y lo consiguió. Estudié en esa ciudad, en la facultad de Derecho de la Universidad de Valencia. Era una ciudad oscura, húmeda, sucia, sin ningún atractivo especial. Ella la convirtió en una gran ciudad, en una ciudad bonita, luminosa, agradable de pasear. Ella supo resaltar el impresionante patrimonio cultural de Valencia, sin escatimar esfuerzo, dedicando las horas que fueran necesarias para conseguir sus propósitos que no eran otros que mejorar y mejorar y cambiar y cambiar la capital de la Comunidad, que consiguió convertir en una ciudad moderna y cosmopolita.

Antes de la Universidad, estuve interna en el colegio de las madres Teresianas. Ha llovido tanto desde entonces que no vale la pena hablar de ello sino es para dejar constancia que en aquella época Valencia era una ciudad nada agradable ni bonita y que la recuerdo en blanco y negro. Por no tener ni siquiera tenía una playa bonita donde poder tomar el sol y bañarse.

El cambio de Valencia es, desde mi punto de vista, obra de una mujer, y esa mujer es Rita, la gran Rita que trabajaba desde el día siguiente de ganar las elecciones hasta el día de volver a ganarlas. Es cierto que después de tantos años hubo errores y una presión mediática que la machacaron sin compasión. Es cierto que debió dejar su escaño como senadora pues, además de haberse podido retirar con la cabeza bien alta -pues no la veo cometiendo ningún delito- se hubiera evitado conocer a esos trepas que de halagarla y hacerle la pelota, le negaron el saludo. ¡Que vergüenza!

Apreciaba a Rita Barberá. Siempre fue muy amable conmigo y siempre me dedicó su cariño. Gracias Rita. Lamento profundamente tu muerte. ¡Descansa en paz! ¡Te lo mereces!