El repentino fallecimiento de Rita Barberá se convirtió en un terremoto que generó virajes estratégicos, boicots institucionales de Podemos junto a sus socios de EU y rupturas políticas. El PP pasó en apenas 48 horas de negar a la antigua alcaldesa de Valencia -«ya no es de este partido», dijo Pablo Casado cuando se le preguntó el lunes por la declaración en el juzgado de Barberá- a salir en tromba para defenderla, elogiarla, reivindicar su legado y denunciar un «linchamiento» social y mediático que habría tenido un impacto en el ataque al corazón que la autopsia marca como causa de la muerte de la que el PP denominaba «la alcaldesa de España». «Siento que en los últimos meses haya sufrido tanta crítica injustificada y se hayan dicho tantas barbaridades que cada uno ahora tendrá sobre su conciencia», dijo el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que fue el primero que se apuntó a ese argumento.

A esa línea decidieron apuntarse casi todos los cargos del PP. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, detalló que se sentía «muy apenado». «Lo ha dado todo por Valencia y por el PP», explicó en los pasillos del Congreso. Dolores de Cospedal, número dos popular, definió a Barberá como una mujer «honrada, intelectual y muy honesta. Una gran española». Pablo Casado, el vicesecretario que negó a la senadora el pasado lunes, pidió evitar «más juicios de valor», recordó que conoce la trayectoria de Rita Barberá por su vinculación a la Comunidad en tanto que su esposa es de Elche y concluyó: «Lo lamentamos muchísimo y estamos todos muy afectados», lanzó al tiempo que la dirección del PP decretaba luto tras la muerte de una dirigente que llegó a tener el carné número 3 de la vieja AP.

Dos expresidentes de la Generalitat se sumaron a la tesis de la «persecución» sufrida por la senadora, que será sustituída en el cargo por Antonio Clemente. Alberto Fabra reivindicó la «transformación» de Valencia con Barberá en la Alcaldía y lanzó: «Alguno puede que hoy no tenga la conciencia tranquila». Francisco Camps, cuya carrera política empezó en el Ayuntamiento de Valencia, dijo sentirse «muy apenado», reivindicó la «inocencia» de la exregidora y recordó que «yo la defendía cuando todos la acusaban». Entre los dirigentes del PP la Comunidad y de la provincia, el silencio de los últimos tiempos a raíz de la imputación de Barberá en el «caso Imelsa» se tornó en loas a la figura de la antigua edil de Valencia.

Isabel Bonig, presidenta regional del PP, elogió a la «alcaldesa de España» y habló de un «episodio complicado con una campaña contra Rita Barberá y una situación prolongada de mucho estrés y acoso». «Ha fallecido en un momento personal muy duro», añadió el presidente del PP en Alicante, José Císcar. «Siento pena por el ataque atroz que ha sufrido. Fue sin ninguna dura inmerecido e injusto», insistió el presidente de la Diputación, César Sánchez, que pidió una reflexión sobre la forma de hacer política. Más allá fue a través de su perfil de Facebook la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, con el argumento del acoso a Barberá. «Una menos a la que humillar, criticar y martirizar...», subrayó tirando de ironía como queja por la llamada pena mediática.

También hubo autocrítica dentro del PP. El expresidente del Gobierno, José María Aznar, por ejemplo, se quejó del trato que se le había dispensado a la senadora desde su partido. Y el antiguo número tres de Génova, Carlos Floriano, reclamó una reflexión interna dentro del PP sobre esta situación. El número uno del PP por Alicante, José Manuel García-Margallo, reveló que Rita Barberá, con la que se había citado a cenar en la noche del martes, estaba «muy triste» y «decepcionada» por el comportamiento de «algunos compañeros». «Se ha producido un linchamiento moral antes de que hubiese un pronunciamiento judicial y una condena mediatica ante de que hubiese una condena por el tribunal», zanjó.

Los dirigentes socialistas también salieron a ofrecer sus condolencias tras conocerse la muerte de la que fuera fuera alcaldesa de Valencia. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, lamentó el fallecimiento de Rita Barberá y agradeció «todo el esfuerzo que hizo» para transformar el «cap i casal». El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, ofreció su «pésame» a la familia tras una muerte «inesperada». Y Joan Lerma, senador actualmente y exjefe del Consell, apuntó que su legado desde luego «quedará». «El debate no es destruir todo lo que se ha hecho. No es momento de hacer política aprovechando su muerte, sino de trasladar el pésame», concluyó.

Frente al boicot de Podemos en el Congreso al minuto de silencio por Barberá -también hubo plante de sus socios de EU en la Diputación de Alicante- en medio de la polémica por la negativa en su día del PP de honrar a José Antonio Labordeta y el rechazo de Pablo Iglesias a un «homenaje político» que, en su opinión, la exalcaldesa de Valencia «no merecía», Compromís marcó distancias con los morados y ejerció de fuerza de gobierno. Joan Baldoví, portavoz en el Congreso, con sus otros tres diputados se quedaron en sus escaños. «Hay que separar la vertiente política de lo personal», explicó. La vicepresidenta Mónica Oltra dijo sentirse «impactada». El alcalde de Valencia, Joan Ribó, reconoció el papel de Barberá durante 24 años. Y el presidente de las Cortes, Enric Morera, convocó a los síndics para acordar un reconocimiento al que, a diferencia de Madrid, sí se sumó de Podemos. «Hoy toca el lado humano de Barberá», cerró Antonio Montiel.