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Un solar en ruinas...

El PSOE pretende ganar tiempo con su abstención para reconstruir su estructura

Hace sólo unos días, el número uno de la gestora del PSOE, Javier Fernández, admitía que Ferraz se había convertido en un solar en ruinas pero que, de alguna manera, esa abstención que le facilitará a Mariano Rajoy un segundo mandato en La Moncloa permitiría a su partido ganar tiempo para reconstruir el edificio. Esa posición del también presidente de Asturias y la de «barones» como la andaluza Susana Díaz, el extremeño Guillermo Fernández Vara o el manchego Emiliano García Page -luego hablaremos del papel de Ximo Puig- supone un giro de 180 grados en la configuración de la socialdemocracia como alternativa al despliegue de las políticas liberales.

No pueden utilizarse en el sur de Europa los mismos criterios para medir las relaciones de poder que sí aplica la socialdemocracia alemana o nórdica con la derecha. Allí las «grandes coaliciones» o los acuerdos entre los dos ejes son un elemento habitual del decorado. Eso sí con claúsulas de control que, en este caso, el PSOE no ha querido usar. En Alemania, por ejemplo, el SPD cuando suma con Los Verdes forma gobierno de izquierdas pero cuando la CDU -el partido de la canciller Ángela Merkel- les necesita para evitar el bloqueo, los socialdemócratas alemanes facilitan su respaldo pero, ojo, previa consulta abierta a sus militantes y dando libertad de voto a sus diputados. En alguna ocasión, hasta una treintena de parlamentarios del SPD han evitado conceder su voto a Merkel. Notable diferencia con el tumultuoso proceso vivido en el PSOE, evidencia de que en esa resolución impulsada por los notables socialistas y que facilitará el gobierno al PP primaban, desde luego, otro tipo de intereses. El orden de Brumario.

Decía que, especialmente en los países del sur de Europa, esa relación entre las alternativas políticas de la derecha y de la izquierda se ha configurado de manera que cuando la socialdemocracia, como ahora ha hecho el PSOE, ha cruzado la línea de una posible incoherencia ideológica lo ha pagado muy caro. Carísimo. El Partido Socialista Italiano desapareció carcomido por la corrupción después de un sinfín de pactos con la Democracia Cristiana con el único objetivo de frenar al PCI, el partido comunista más influyente de toda Europa y de cuya herencia surgió, tras varios cambios de sigla, el Partido Demócrata, ahora la fuerza hegemónica de la progresía italiana. En Grecia, el Movimiento Socialista Panelénico (PASOK) se puso la lápida entregando gobierno tras gobierno a los socios griegos del PP presionado por Europa y con el único objetivo de parar a la alternativa emergente: la Syriza de Alexis Tsipras, hoy primer ministro. Puede que Tsipras caiga en las próximas elecciones pero, desde luego y como apuntan todos los sondeos, Syriza seguirá como la alternativa de izquierda con un «suelo» cercano al 30% mientras que el PASOK a duras penas entrará en el parlamento con un porcentaje de apoyo residual. El socialismo portugués, actualmente en el poder, sí ha logrado hasta aquí mantener esa coherencia en sus grandes movimientos.

Esa decisión del PSOE para propiciar una abstención que facilitará la presidencia a Rajoy es, de hecho, el segundo acto de un largo proceso que amenaza con conducir a los socialistas a la irrelevancia. La política no es sólo la capacidad para tomar una vía u otra sino también el cumplimiento de las expectativas que se van generando y, sobre todo, la visión que los ciudadanos captan de todas esas decisiones. Y eso es lo que les está hundiendo. El PSOE empezó a cavar su tumba cuando Zapatero, en lugar de convocar elecciones, subió a la tribuna del Congreso en 2010 para asumir unos recortes que, a ojos de una gran porción del electorado progresista, colocaban a los socialistas al mismo nivel que el PP, una percepción que sale todavía más reforzada ahora con este giro. Desde entonces, el PSOE ha ido sufriendo una sangría electoral que será, al tiempo, cada vez más severa a medida que se agudicen esas contradicciones.

Es evidente que no tienen nada que ver ni ética ni ideológicamente dirigentes socialistas como el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, con las políticas del PP. El jefe del Consell sabe que tiene una situación muy complicada y su prioridad es mantener el gobierno de izquierdas en la Comunidad reforzando, además, su perfil territorial. Pero también está por ver que, como plantea el propio Puig, la estrategia del PSOE pueda diferenciarse nítidamente hasta cambiar esa imagen que ahora mismo tiene gran parte del electorado progresista. Y luego están los que dicen que los socialistas tenían que tomar la decisión de abstenerse... por España. Ni este camino ni tampoco unas terceras elecciones -comicios que hubieran favorecido al PP y, quizá, dejado con menos fuerza al PSOE pero como una alternativa desde la coherencia- resolverán el principal problema del Estado: el conflicto territorial. Con los populares es imposible de solucionar. Pero los socialistas, por contra, eran los únicos capaces de sentarse hablar con los nacionalistas de todo el Estado y tratar de integrarlos en un proyecto común. Y ahora esos puentes se han esfumado. Así que para el momento que, como decía Javier Fernández, el PSOE intente reconstruir ese solar en ruinas puede que en Ferraz ya no quede ni el solar.

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