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«Vestir» el santo de Rajoy...

El dilema que tiene encima de su mesa el PSOE marcará su futuro como alternativa progresista

Hace unos días, un veterano dirigente socialista de Alicante me telefoneó y, después de hablar de algunos de los mil y un enredos en los que está envuelto ese partido, dedicó varios minutos a tratar de explicarme lo que definía como «matices» de la trascendental decisión a la que se enfrenta el PSOE en las próximas 48 horas. Que si sí, que si no, que si abstención total, que si abstención «técnica»... No trates de «venderme» la burra, le dije. Al final, le contesté, esto es sencillo: se reduce a entregarle o no el gobierno al candidato del PP, Mariano Rajoy. No hay más salidas. Y a eso están dedicados los notables socialistas, entre ellos este influyente militante del PSOE, desde que ejecutaron a Pedro Sánchez. A explicar los motivos que les van a llevar a facilitar que el número uno del PP vuelva a La Moncloa, un plan que salva las sillas de algunos que ahora tienen escaño en el Congreso pero que divorcia a la cúpula del PSOE del conjunto de los militantes y los aleja por completo de sus votantes.

Puede, sin embargo, que ese análisis, fruto de la limitación de una conversación telefónica, se quedara demasiado corto para la magnitud de la cuestión. El dilema que tiene encima de su mesa el PSOE marcará su futuro como alternativa progresista. No sólo se trata de darle el gobierno a Mariano Rajoy con todo lo que ello conlleva: siempre la primera vez es la más difícil pero luego los populares arrastrarán a los socialistas a facilitarles el voto en otras ocasiones bajo esa recurrente llamada a la «responsabilidad» y a una supuesta «estabilidad». Al tiempo. Hay, decía, mucho más. Esa decisión supone, encima, entregarle el mando de la oposición a Pablo Iglesias y a los diputados de Podemos en Madrid; además de generarle, en el caso de la Comunidad Valenciana, importantes dificultades al titular de la Generalitat, Ximo Puig.

Durante la última semana, el jefe del Consell -contrario a cualquier solución que suponga otras elecciones antes de Navidad- ha mantenido, sin embargo, un calculado silencio sobre la posición que adoptará en el comité federal de mañana, convocado para «vestir» a ese santo llamado Rajoy. No es para menos. Sabe que la decisión fractura al PSPV y que, incluso, es probable que hasta se quede en minoría. ¿Qué cara y qué fuerza tendrá Puig a para reclamar la financiación a un gobierno del PP que, hasta ahora, le niega el pan y la sal a la Comunidad? ¿Cómo explicará el PSPV que en Madrid le entregan el gobierno a un grupo del mismo partido que aparece vinculado en la Comunidad a Gürtel, Brugal, Emarsa, Taula...? ¿A las siglas que auparon a cargos públicos a los encarcelados Blasco y Carlos Fabra, a Joaquín Ripoll, a Francisco Camps...? Un quebradero de cabeza -otro más- para Ximo Puig y una autopista sin peaje para sus socios de Compromís.

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