Con el hacha de guerra bajada pero sin pudor a las diferencias, que ayer evidenciaron que la pugna socialista sigue viva, centrada ahora en si abstención o terceras elecciones, pero que por fin se abordó con ánimo de diálogo en la Comunidad tras un período de bombas. Así transcurrió la reunión de la dirección del PSPV celebrada ayer en Blanqueries tras convocar el secretario general del partido en la Comunidad Valenciana y jefe del Consell, Ximo Puig, la Comisión Ejecutiva Nacional en un claro intento de rebajar la tensión vivida en las últimas semanas y a la que él mismo contribuyó dimitiendo de la ejecutiva nacional. El presidente de la Generalitat, uno de los barones del PSOE que forzó la salida del exsecretario general Pedro Sánchez junto a otros 16 dirigentes del partido, no aprovechó la reunión ni para dar explicaciones de su maniobra -tampoco le preguntó nadie- ni para posicionarse sobre cuál debe ser el papel de los socialistas en el actual contexto político.

Puig, que presidió la reunión junto al secretario de Organización del partido, Alfred Boix, apeló a la unidad de los socialistas en estos momentos convulsos y pidió escuchar y valorar qué es lo mejor para el país, pero esquivó cualquier posicionamiento sobre la abstención, de la que dijo que es negativa, sin entrar tampoco a valorar qué otras opciones pueden ser mejores. Según algunos asistentes al cónclave, es precisamente uno de los intervinientes que menos «se mojó». En declaraciones públicas antes del inicio de la comisión aseguró, sobre la posible abstención del PSOE para facilitar la investidura de Mariano Rajoy, que «la vida no es 50-50, ni es blanco ni negro, ni es un debate maniqueo». Instó a entrar en un debate «sereno y riguroso, que piense en los ciudadanos». «Todos en estos momentos tenemos muchas dudas», admitió, y explicó que la reunión de ayer no pretendía tomar ninguna decisión sobre abstenerse o no, sino escuchar y valorar «la situación de atasco institucional».

Quien sí mostró abiertamente su postura en contra de la abstención fueron el alicantino David Cerdán, secretario general de los socialistas de la provincia de Alicante, que emplazó a los asistentes a perder el miedo a una derrota electoral y que dijo sentirse más cómodo explicando a los militantes el «no» a Rajoy que la abstención. En la misma línea se manifestaron el diputado autonómico Manuel Mata o Frances Garcés, un histórico ligado a la izquierda socialista que fue el más crítico con Puig, a quien llegó a acusar de pertenecer al grupo de barones que tumbaron a Sánchez para evitar un gobierno del PSOE con los independentistas. El portavoz del PSPV en la Diputación de Castellón, Pepe Benlloch, también optó por unas terceras elecciones.

Desde el ala de los abstencionistas mostraron claramente su postura Francesc Romeu o Joan Calabuig, mientras que Francesc Colomer pidió que la postura sobre la abstención sea consultada por la militancia, algo difícil de realizarse porque corren en contra los plazos.

El hecho de que el secretario general del partido en la provincia de Valencia, José Luis Ábalos, defensor de Pedro Sánchez, no acudiera a la cita evitó una de las intervenciones más duras que se podrían haber escuchado ayer contra Puig, que se encontró con diferencias, muchas dudas -él mismo dijo tenerlas- y con un más que necesario tono dialogante, sin que haya desvelado todavía a estas alturas si acaricia la opción de la abstención.