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Tarde, mal y a veces nunca

El debate de la Comunidad revela la inoperancia de unas Cortes Valencianas sin interés y alejadas de los problemas reales

Tarde, mal y a veces nunca

«Un año en política y cuánto he oído que algo "siempre se ha hecho así". El formato del #DebatCV es mejorable y será más útil para todos. Seguro». Esa acertada reflexión a golpe de 140 caracteres en Twitter revela una sensación generalizada: el debate más importante de cuantos se celebran anualmente en las Cortes Valencianas ha llegado a un punto en el que ni tiene interés para la sociedad ni tampoco genera un paquete de medidas con las que alimentar el avance del proyecto político de la fuerza que está en el gobierno. El debate del estado de la Comunidad, celebrado esta semana en el Palau dels Borja, se ha convertido en una plataforma de propaganda y agitación en la que los partidos buscan el titular que les beneficie y «esquivan» casi por completo lo que en realidad le preocupa a la gente. Esa es la triste realidad. Cruda y dura.

Podría pensarse que la autora de ese mensaje en las redes sociales es una diputada de la oposición huérfana de protagonismo. Todo lo contrario. Noelia Hernández ocupa un escaño del grupo parlamentario socialista, atesora una carrera profesional brillante y entró hace quince meses en política como «fichaje» independiente en una posición de privilegio. Fue la número dos de la candidatura del PSPV por Alicante. ¿Qué hemos sacado en claro de dos días enteros de pleno, casi diez horas de intervenciones de los cinco portavoces parlamentarios y el jefe del Consell en la primera sesión y de una caótica segunda jornada que acabó cerca de las dos de la madrugada con casi un millar de propuestas de resolución debatidas en bloques temáticos, con poca profundidad y sin ton ni son? Muy poco. Y eso es lo que ese tuit de la diputada socialista retrata con toda su virulencia: un debate inútil, sin apenas interés como se certificó con la ausencia casi absoluta de la sociedad civil durante el discurso de Ximo Puig y que claramente se debe mejorar abriendo la participación para debatir los temas que realmente están en la agenda de los ciudadanos. No en la de los partidos. Lo contrario será diluir todavía más el devaluado papel de las Cortes en la vida política valenciana.

Este primer gran examen parlamentario del gobierno de izquierda que comparten los socialistas y Compromís destapó con total crudeza que, en estos momentos, el Consell de Ximo Puig y Mónica Oltra aún debe armar y modelar ese proyecto de cambio que prometieron hace ahora quince meses. Es cierto que la asfixia impuesta por el Gobierno de Madrid a la Generalitat condiciona toda la gestión. Pero no es de recibo que la nómina de altos cargos que puebla la administración se muestre incapaz de poner negro sobre blanco alternativas para resolver los problemas de los que les pagan el salario más allá de un «refrito» de iniciativas que algunas se remontan a la época del PP y de un resumen de todas las actuaciones que el Consell ha ido lanzando aquí y allá. En una empresa, muy posiblemente, muchos de ellos estarían ya despedidos. Con los populares, a pesar de la bulliciosa oposición de Isabel Bonig, enfangados todos los días en una investigación judicial de corrupción, el gobierno de izquierdas fía su capacidad para sacar la legislatura adelante en la reforma del sistema de financiación -como pronto no se ajustará hasta dentro de un año- y al altavoz mediático de la nueva Televisió Valenciana. Un castillo en el aire. Fuegos artificiales.

Y un gobierno compartido por el PSPV y Compromís que, además, no tiene nadie que le apriete. Isabel Bonig eleva la voz pero, de momento, no puede ofrecer una alternativa. Ciudadanos, con su cambio táctico, se ha convertido en un apéndice de la estrategia del PP. Y Podemos está atado de pies y manos: no es gobierno pero tampoco se puede convertir en oposición para alinearse con el PP en las Cortes. Con todo ello, el rol de su portavoz, Antonio Montiel, es el de jefe de una comparsa que se desangra entre los conflictos internos, los debates filosóficos sobre su futuro y la falta de estructura frente al papel de Compromís de Oltra, con el que se disputa un espacio muy parecido. Así que, en la práctica, el debate de política general trasladó que, en estos momentos, nadie sabe hacia dónde se puede encarar el futuro de esta Comunidad.

Y encima la dinámica de las Cortes, como ya ha quedado claro, tampoco favorece los intentos de dar una vuelta de tuerca al gobierno. Antes era una ventaja de la que se aprovechaba el PP y ahora un balón de oxígeno para la izquierda. La irrelevancia del debate sobre la Comunidad es la metástasis de un cáncer que ya hace mucho tiempo que afecta al hemiciclo. Un parlamento nada ágil, decimonónico en las formas, con poca apertura, sin participación de la gente y en el que los temas de actualidad de la agenda se suelen debatir tarde, mal y a veces nunca. Unas Cortes que ni siquiera son capaces de articular mecanismos para revocar nombramientos de un comisionado del parlamento, como en el caso de la senadora Rita Barberá, investigado por corrupción. El giro político que prometió la izquierda también suponía darle la vuelta al parlamento para convertirlo de verdad en lo que ahora no es: el centro de la política valenciana y el lugar en el que abordar los temas que de verdad interesan. El presidente de las Cortes, Enric Morera, tiene la oportunidad de cambiar el rumbo con una reforma en profundidad del reglamento y de la vida parlamentaria. Debe decidir entre marcar otro camino o seguir en el letargo y dejar, como decía Noelia Hernández en su tuit, que «todo se haga igual». En sus manos está.

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