La financiación autonómica constituye la espina dorsal del proyecto político de los socios del Botánico. Pero en este asunto hay dos planos. El primero es político: se trata de la reivindicación estrella del Ejecutivo (ya lo fue durante los últimos mandatos del PP) y lograrlo sería una victoria indiscutible. Pero luego está el plano práctico, las consecuencias reales para la acción de Gobierno. Por lo pronto, el Consell tendrá que acudir a la partida «ficticia» de los 1.3000 millones por la infrafinanciación para cuadrar las cuentas de 2017. Es decir, dará por hecho que tendrá estos ingresos, aunque puede pasar como este año: que los recursos no lleguen. La consecuencia es un nuevo incumplimiento de los objetivos de déficit y un Ministerio de Hacienda que continuará apretando con el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) y le exigirá recortes. Con programas presupuestarios susceptibles del tijeretazo y con problemas de liquidez es evidente que las políticas del bipartito quedan debilitadas. Crecerá también el descontento de los colectivos más desfavorecidos, víctimas de los retrasos en los pagos, a quien el Consell se ha conjurado en rescatar. j. r.