El expresidente de la Diputación de Valencia Alfonso Rus fue recibido al salir de la Ciudad de la Justicia por el soniquete que ha sido el epitafio de su carrera política: «mil, dos mil, tres mil... dotze mil euros, dos "millons" de peles». Impertérrito atendió a los periodistas. Era su primera declaración por el «caso Taula» desde que fue detenido en enero. Comparecía en presencia de las defensas de la veintena de imputados por los contratos zombis en Imelsa. Aunque su declaración fue un enroque en su estrategia de defensa. Sólo respondió a las tres preguntas que le formuló su abogado. Ni el juez, ni el Fiscal Anticorrupción pudieron interrogarlo.

En la Sala Tirant de la Ciudad de la Justicia (donde se celebran los macrojuicios y declaran los investigados en Taula) Rus se autoproclamó un trabajador incansable, que «llegaba a la Diputación a las 7 de la mañana y me iba a las diez de la noche». A pesar de que presidía la institución provincial y el consejo de administración de su empresa instrumental, Imelsa, Rus aseguró que «no tenía competencias, ni poder de contratación». Por tanto, justificó, desconocía a quién contrataba el gerente de Imelsa, Marcos Benavent. Y también que algunos destacados militantes de su partido -el PP- cobraran sin ir a trabajar de la empresa que él presidía. Sólo reconoció dos nombres de una terna de cinco personas presuntamente contratadas a instancias de él. Hasta ahí llegó su primera comparecencia judicial. Su exjefe de gabinete y exalcalde de Genovés, Emilio Llopis, se negó a declarar.

A la salida, Rus aplicó paños calientes a las declaraciones de Marcos Benavent que volvieron a abrir en canal a los populares por las acusaciones de cobro de comisiones del 3% y la existencia de cuentas opacas de dinero negro. «Que yo sepa no hay ninguna caja B», respondió cuando se le preguntó sobre las mordidas presuntamente institucionalizadas a cambio de contratos. «Es lo que dijo ayer Marcos Benavent», insistieron los periodistas. Un hombre que ha pasado de ser su delfín en Xàtiva, incluso Rus fue testigo de su boda, a la kryptonita del «russismo». El exdirigene popular se revolvió: «La credibilidad de Marcos Benavent no es muy buena porque es un hombre que, cuando supo que iban a por él, se fugó. Estuvo tres o cuatro meses y cuando se le terminó el dinero se vino. Pactó no sé con quién y a partir de ahí ha venido con la coleta, el pendiente... Dijo que era yonki... La credibilidad de esta persona es la que es, como comprenderá...»

Benavent es, admitió, el origen de todos sus problemas. «A mí me llaman porque han hecho caso a una persona que se llama Marcos Benavent y van a averiguar si, lo que dice él, es o no es de verdad. Yo he estado dos días en el calabozo y él, que dijo que había robado, no ha estado ni un día». A pesar de que lo acusa de injuriarlo, la esperable querella contra el «yonki del dinero» aún no está preparada. «Eso ya llegará», dijo Rus. También habrá de esperar la prueba de que «todo es un montaje. Y ya diré de quién», como declaró tras ser puesto en libertad en enero. «Claro que lo explicaré. Cuando se abra el secreto del sumario total lo explicaremos».

Por ahora, Rus se limita a negar que cobrara comisiones: «Nunca en la vida he tocado un duro». Y que sea él quien cuenta los «dos "millons" de peles» en el coche: «No soy yo, no es mi voz». Tampoco quiso entrar al trapo de la delicada situación judicial de su antigua aliada y senadora del PP, Rita Barberá. «¿Con todo lo que está saliendo Rita debería estar imputada?», se le preguntó. «Rita será Rita. Yo voy a lo mío que "ja tinc prou"». Aunque al recordarle que Benavent lo acusa de estar al tanto de «todo» Rus recurrió a de las frases de su manual: «Yo soy de los que tiro el córner, lo remato y me pongo de portero».