Parecía el día de su boda; su boda académica. Había un cardenal -Cañizares- oficiando de maestro de ceremonias. Como testigos entre el público asomaban los amigos de siempre, los que estuvieron a las duras y a las maduras: los exconsellers Juan Cotino, Paula Sánchez de León, Maritina Hernández, Mario Flores y Belén Juste. Toda una época. El novio, o sea el autor del libro, era el expresidente valenciano Francisco Camps. Y estaba radiante. Exultante con su traje gris, su corbata azul y su camisa celeste rayada. Disfrutando, como en los mejores momentos: el de la vuelta al circuito de Fórmula 1 a bordo del Ferrari, el de la llegada de la America's Cup o el de las noches electorales de tres mayorías absolutas. El rito del enlace era el católico: un crucifijo presidía el salón de actos de la Universidad Católica y el arzobispo de Valencia puso a todos en pie al inicio para rezar un avemaría, un padrenuestro y santiguarse. ¿La novia? La novia era la tesis doctoral convertida en libro -de 800 páginas y 45 euros- que ayer el doctor Camps presentaba en sociedad: «El sistema electoral proporcional y el mayoritario: Votar una lista, votar a un candidato».

Más de una hora estuvo hablando y gesticulando de manera efusiva, como en los días de vino y rosas en los que defendía presupuestos ante una oposición invisible o cortaba cintas inaugurales de grandes proyectos. Ayer, la materia era más densa. Pero con su entusiasmo desbocado, eso es cierto, Camps la convertía en atractiva. La teoría que expuso -su tesis- plantea revolucionar el sistema electoral español. Pasar de un sistema proporcional a otro de mayorías. Pasar de la actual circunscripción provincial (las 52 españolas) a otro sistema con 350 circunscripciones electorales, tantas como escaños tiene el Congreso.

Esas circunscripciones tendrían 133.000 habitantes de media y podrían oscilar un 30% arriba o abajo para no escapar a demarcaciones naturales como provincias, partidos judiciales o distritos en las grandes urbes. No habría listas con múltiples nombres por partido. Cada partido presentaría a un único candidato por cada circunscripción. «Él responde ante sus electores. Desde la Guerra de Irak hasta el colector que pasa por el pueblo», defiende Camps. Es el sistema más directo al elector, afirma el expresident.

El partido o la lista independiente que gana en cada circunscripción, aunque sólo sea por un voto de diferencia, se lleva el escaño. El resto se queda sin nada. Así se prima a los grandes partidos. O al candidato que más apoyo logra.

El trabajo estadístico de Camps (mapas, tablas, proyecciones) arroja muchos datos de interés. El de más morbo es qué pasaría si se hubiera implantado el «sistema Camps» en estas elecciones. Con los mismos votos en los mismos sitios, pero aplicando en las nuevas circunscripciones más pequeñas el criterio mayoritario (todo se lo lleva el primero), el PP pasa de 123 a 215 diputados: mayoría absoluta holgada. El PSOE cae de 90 a 46. Podemos sube de 69 a 71. Ciudadanos pasa de 40 a 0 y se queda fuera del Parlamento (porque no es el más votado en ninguna circunscripción) y, finalmente, Democràcia i Llibertat pasaría de 8 a 14.