Un fado interpretado con violín y chelo y alusiones a la Ítaca hacia la que ya navega este apasionado del mar despidieron ayer con saudade y poesía de Kavafis al exministro del Interior Antoni Asunción en un abarrotado tanatorio municipal de Valencia.

Más de 200 personas se reunieron para dar su último adiós al político de Manises fallecido a los 64 años por una enfermedad tan rápida como fulminante que le fue detectada hace apenas dos meses. Sin embargo, al hombre que fue alcalde socialista de Manises, director general de Actividades Artísticas de la Generalitat, presidente de la Diputación de Valencia, director de Instituciones Penitenciarias, ministro del Interior, diputado en el Congreso y en las Cortes, y candidato a la Generalitat y a dos primarias del PSPV; a ese político que a última hora rompió de forma abrupta con el socialismo y luego se acercó a Ciudadanos, le dio tiempo para despedirse de sus amigos.

Uno a uno -a los más cercanos- les fue llamando por teléfono para comunicarles que la vida se le apagaba. «Con toda la entereza y la dignidad», relataba ayer uno de quienes recibieron esa triste llamada en los dos últimos meses. Otros le dijeron adiós en persona, como un general de la Guardia Civil ya en la reserva que lo visitó personalmente en su domicilio.

Antes de que su cuerpo fuera incinerado en la más estricta intimidad, una sencilla ceremonia laica fue el último acto público en el que estuvo presente el cuerpo -ya sin vida- de Antoni Asunción. «Él estaría contento, feliz y satisfecho de ver a tantas personas queridas aquí reunidas», subrayó la conductora del acto. En ese parlamento público se destacó su trabajo «al servicio de los ciudadanos», su «carácter conciliador, dialogante y práctico», y la descripción de sus sobrinos como hombre «honesto, íntegro, valiente, generoso y sencillo».

Entre las autoridades presentes, el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Juan Carlos Moragues, recalcó que «su dimisión como ministro -por la fuga de Roldán- debería servir de ejemplo en algunos casos ahora que como vemos parece tan difícil». Uno de los políticos que más vida interna en el PSPV compartieron con Antoni Asunción fue Ciprià Ciscar. Venido desde Madrid a propósito, el exconseller de Educación y Cultura quiso poner el acento en su «gran capacidad de trabajo» y su «honradez política». En estos meses había departido con él, cuando veía cerca su final. «Con gran serenidad y la rapidez que siempre le caracterizaron: así afrontó la última dificultad de su vida», dijo.

El director de la Agencia de Seguridad y Respuesta ante las Emergencias de la Generalitat, Josep Maria Àngel, que fue su jefe de gabinete en la Diputación de Valencia y en el Ministerio del Interior, reivindicó «la modernización que aplicó a la Diputación» y su introducción de una fórmula polinómica para repartir ayudas a los municipios más allá de su población y superficie. «Fue muy digno», añadió.

Desde otros partidos, el exconseller popular de Sanidad Manuel Llombart -amigó personal de Asunción- reivindicó su capacidad para «dar siempre el consejo certero, con templanza, sin perder nunca los nervios y encontrando a todo una solución». Fernando Giner, portavoz valenciano de Ciudadanos, lo retrató como un político «coherente y valiente que supo tomar decisiones difíciles como la de dimitir, con lo que cuesta llegar a ese puesto, en un gran ejemplo de coherencia».

El ministro del Interior envió una corona de flores y La Moncloa mandó un telegrama a la familia.