Hay carreras políticas plácidas, mullidas, aterciopeladas. Como de mar en calma que aureolan la trayectoria de un hombre público sin necesidad de embarrarse ni salir malherido. No fue así para el exministro socialista Antoni Asunción (Manises, 1951), que falleció ayer en Valencia a los 64 años víctima de una enfermedad diagnosticada hace apenas dos meses.

Asunción, que tantas veces surcó el Mediterráneo al timón de su embarcación, navegó siempre por unas aguas políticas que oscilaron entre la mar gruesa de espumoso oleaje y la peligrosa mar montañosa. A veces venía el oleaje; otras lo buscaba él. Tras enrolarse en el socialismo desde su posición económica acomodada en los años setenta, se convirtió en el primer alcalde democrático de Manises, el encargado de sacar al ayuntamiento del franquismo desde el socialismo del cinturón rojo. Luego tomó la vara de mando de la Diputación de Valencia en un momento 1983 de agitación en su partido después de que a Manuel Girona le impidieran la reelección. A Valencia volvería en busca del fango político. La marejada le esperaba en Madrid.

El ocaso «felipista». Le encargaron la dirección de las Instituciones Penitenciarias y los Asuntos Penitenciarios del Estado: jefe de prisiones entre 1988 y 1993, años de plomo de la banda terrorista ETA, en los que Antoni Asunción desplegó la política de dispersión de presos terroristas combinada con la reinserción. Fue un golpe tremendo para la banda. También puso en marcha un plan de construcción de nuevos centros penitenciarios. Esa gestión desde un ámbito a priori gris agradó, pese a la mancha de la huelga de hambre de presos de los Grapo, uno de los cuales murió.

Tras ascender a ministro del Interior por decisión de Felipe González para tapar el agujero abierto por la dimisión de José Luis Corcuera y su Ley de patada en la puerta anulada por el Constitucional, llegó el momento que ha dado relumbrón a la trayectoria de Asunción. Algo tan simple, y tan extraño, como una dimisión.

Sólo llevaba cinco meses y cinco días al frente de una cartera que apestaba a cloaca por muchos flancos. El exdirector general de la Guardia Civil Luis Roldán se fugó en pleno escándalo de los fondos reservados. Y el recién llegado ministro, máximo responsable de las fuerzas de seguridad, asumió que la responsabilidad política era suya. Por eso dimitió.

El hecho sorprendió. Algo casi insólito antes y después: una dimisión no forzada. Era el final del felipismo. Y esa tormenta imprevista le hizo saltar del barco gubernamental que dos años después se hundiría por el peso de 9,7 millones de gaviotas. También se descolgó del Congreso de los Diputados. Tras ocupar un escaño en la legislatura 1993-96, decidió no optar a ir en las listas criticando la falta de democracia interna del PSOE. Pedía primarias y se sintió defraudado con Ferraz. Sucedió hace veinte años y fue el primer gran encontronazo con su partido.

Derrota ante Zaplana. Pero el barco seguía navegando. Y Asunción atravesó con él la meseta para volver a otro puerto de aguas procelosas: Blanqueries. Dicen que el político decisivo para partirle la columna vertebral a ETA no pudo doblegar las estructuras del lermismo ni tampoco seducir la voluntad de los valencianos.

Con la quilla ya amarrada en Valencia, en 1998 decidió optar a las primarias del PSPV para encabezar la candidatura socialista a la presidencia de la Generalitat en las elecciones de 1999. Perdió ante Joan Romero: 7.751 votos frente a 7.309, con Clementina Ródenas pisándole los talones (7.117).

Paradojas de la vida sólo aptas para blanqueriólogos con retrovisor y memoria histórica de las sucesivas implosiones del PSPV, la dimisión de Joan Romero como líder del PSPV y candidato in pectore a la presidencia de la Generalitat volvió a abrir el escenario. Fue Antoni Asunción el elegido por el comité nacional del PSPV como aspirante al Palau en las elecciones de 1999 dos meses antes de la cita.

Era otra tormenta en ciernes que acabó en naufragio: el político de Manises cayó derrotado en las urnas frente a un Eduardo Zaplana en ascenso. Perdió por 49 a 35 escaños y 14 puntos de diferencia. Consecuencia del temporal: acabó dimitiendo y renunciando a su escaño como portavoz socialista en las Corts tres meses después al verse vetado por la cúpula socialista para aspirar a la secretaría general del PSPV.

Del «pucherazo» a C's. Todavía quedaba un capítulo más en su odisea por el mar interior socialista. Después de una década apartado de la política y dedicado a sus negocios, en 2010 regresó para disputar a Jorge Alarte las primarias para liderar el PSPV. Quería ser el Obama valenciano. Pero tampoco esta vez hubo terciopelo ni colchones mullidos. Asunción presentó 3.246 avales, pero la Comisión de Garantías Electorales le anuló 320 y se quedó por debajo de los 3.000 necesarios para disputar el puesto. Asunción denunció «pucherazo», fue expedientado por el PSPV y castigado por Ferraz.

Ahí se divorció para siempre de la familia socialista. Tanto que se acercó a Ciudadanos (quizá más de lo previsto por él) y fue uno de los protagonistas de la presentación en Valencia, en octubre de 2013, de la Plataforma Civil de Ciudadanos junto a Albert Rivera. Ayer, el barco de Asunción dejó atrás la tempestad y se sumió, por una vez, en la calma.