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Mirando a Madrid

Mirando a Madrid

El intento de investidura de Pedro Sánchez se consumió conforme al guión previsto: el candidato socialista se quedó únicamente con los votos de su grupo y de Ciudadanos. Punto final. Insuficiente para la elección. Como era de esperar, no sumó ni por la derecha -un pacto con C's reforzado en las últimas horas- para una gran coalición ni tampoco por la izquierda ni con los grupos nacionalistas. Quemado el cartucho de la alianza con Ciudadanos y con los tiempos ya corriendo para la convocatoria automática de elecciones dentro de dos meses en el caso de que no haya acuerdo, lo que ocurra en el tablero político del Congreso de los Diputados -negociaciones o rupturas definitivas-, desde luego, tendrá un impacto directo sobre la escena de la Comunidad Valenciana.

La primera incógnita de este nuevo proceso que ahora se inicia es la «hoja de ruta» que Felipe VI seguirá para tratar de abordar una situación inédita desde que se aprobó la Constitución de 1977. ¿Facilitará a Rajoy la posibilidad de que se presente a la investidura atendiendo a que el PP fue la fuerza más votada y a sabiendas de que tampoco tendrá el respaldo suficiente? ¿Esperará a que de nuevo Pedro Sánchez lo intente en el supuesto de que contara con los votos suficientes? Las previsiones con las que se trabaja en la sala de mandos de los principales partidos es que, al menos, el Congreso podría llegar a acoger hasta otras dos sesiones de investidura antes de que se consuman los plazos legales y España se enfrente a unas nuevas elecciones generales el próximo 26 de junio, apenas 48 horas después de la «cremà» de les Fogueres de Sant Joan.

Nadie duda de que Mariano Rajoy, en principio y como así sugirió en su última intervención ante el comité ejecutivo del PP, se ofrecerá para someterse a la investidura con la idea de trasladar la imagen de que no escurre el bulto. Y las fuerzas de izquierda consideran que, cerrado el capítulo de Ciudadanos para acallar voces críticas dentro del PSOE, podrían estar en condiciones de concretar un acuerdo para los últimos días de abril, una semana antes de que se cumpla el plazo legal y se convoque la cita electoral. Otra cosa es que Pedro Sánchez quiera entrar en ese juego. Algo que también está por ver. Todos los escarceos que se produzcan en el teatro de operaciones de Madrid afectarán directamente a las maniobras en la Comunidad y en la provincia. Van a condicionar al máximo los próximos movimientos de las principales fuerzas políticas autonómicas. Con un ojo mirando a cada lado. Uno en Madrid y otro en la Comunidad.

Ni el resultado del 20-D -el PP volvió a ser el más votado en la Comunidad- ni la consolidación, al menos por ahora, del liderazgo de Isabel Bonig -los tres dirigentes territoriales le apoyan- han calmado las aguas de los populares valencianos. Todo lo contrario. La avalancha de revelaciones sobre los casos de corrupción que carcomen a la formación se están llevando por delante cualquier posibilidad de recuperación. El proceso de Madrid y la posible convocatoria electoral condicionan el calendario de celebración del congreso regional que el PP aprovechará para renovar toda su dirección y su proyecto político. Los sondeos que se manejan en los grandes partidos apuntan a un descenso de los populares en la Comunidad arrastrados por la corrupción en el caso de nuevas elecciones. Así que ese congreso se ha convertido en la única esperanza del PP para salvar los muebles.

Un cónclave que la cúpula popular autonómica, en el caso de que se vuelvan a celebrar esos comicios, quiere celebrar, como muy tarde, a primeros de mayo con la elección de su nueva dirección a través de primarias. Quieren acudir a la cita con un «lavado de cara» para hacer frente a la amenaza que supone Ciudadanos. Pero en el PP admiten abiertamente que celebrar el congreso antes o después depende de lo que ocurra en Madrid. Y eso también incluye el futuro de Rajoy. Los dirigentes populares, en privado, no son partidarios de que el actual presidente del Gobierno en funciones repita aunque, en público, nadie se atreve por ahora a verbalizar ese deseo a la espera de unos acontecimientos que les dejan pendientes del Congreso.

Los socialistas valencianos se encuentran entre la espada y la pared. Pedro Sánchez tiene como socios preferentes a Ciudadanos cuando en la Comunidad, por contra, Ximo Puig gobierna con Compromís y el respaldo parlamentario de Podemos, firmes defensores de un pacto de izquierdas en Madrid. Ximo Puig admitió que había votado a favor del acuerdo con los de Albert Rivera cuando unos días antes, en un ejercicio de equilibrismo para evitar el enfado de sus aliados, había dicho que era partidario de un gobierno progresista. En las últimas generales, los socialistas ya quedaron relegados a tercera fuerza y la cúpula del PSPV teme que esos nuevos comicios certifiquen que siguen perdiendo posiciones frente al empuje de sus aliados en la Comunidad. Y todo ello a las puertas de un congreso del PSPV previsto para el verano que estará pendiente, a su vez, de la continuidad de Pedro Sánchez en el cónclave federal que se celebrará a primeros de mayo. Así que los socialistas miran a Madrid por una doble vía: la institucional y la orgánica.

Las negociaciones para formar gobierno en el Congreso han colocado en primer término tanto a Ciudadanos como a Compromís, intentando ejercer de minoría valenciana en Madrid con sus cuatro diputados. Ciudadanos ha intentado erigirse en la fuerza que representa un cambio moderado como contraposición al intento de Compromís de trasladar el «problema valenciano» con de la denuncia de la falta de financiación y de la deuda histórica. Ese intento de la formación de Mónica Oltra ha chocado con los de Albert Rivera, en una posición clave en el Congreso que, además, llegó a condicionar sus acuerdos con el PSOE a las cesiones de Pedro Sánchez a la coalición valenciana.

Una pugna en la Carrera de San Jerónimo que reproduce la batalla que ambas formaciones mantienen en la Comunidad desde las elecciones autonómicas y municipales. Los de Albert Rivera han llegado a expulsar a concejales por pactar con Compromís. Y ahora la coalición valencianista se niega a cualquier acuerdo en el Congreso que incluya Ciudadanos. Hay pelea hasta por el color de sus logos. Oltra recalca que el de Compromís es naranja y el de los de Rivera, calabaza. «Somos completamente diferentes», dicen. Con su posición de referencia y centralidad en Madrid, Ciudadanos aspira a recoger en la Comunidad el descontento de un PP envuelto en los casos de corrupción. Y Compromís tiene en su punto de mira consolidar su posición en la izquierda frente a los socialistas con una operación ya en marcha que le permitiría, en el caso de repetir los comicios, liderar una plataforma electoral junto a Podemos y a la que, en esta ocasión, también se sumaría Esquerra Unida para tener más fuerza... siempre mirando a Madrid.

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