Javier Golf, maquinista que ocupaba el cargo de vocal del Sindicato Independiente Ferroviario (SIF) en el comité de seguridad de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) cuando se produjo el accidente de metro del 3 de julio de 2006 en la línea 1 de Metrovalencia, en el que fallecieron 43 personas y resultaron heridas otras 47, apuntó ayer que un accidente menor «era previsible» pero de esa gravedad y con esas consecuencias «jamás, en la vida».

Así se pronunció en la comisión de investigación del accidente en las Cortes, en la que también señaló que él mismo en el informe que redactó tras el accidente previo ocurrido en Picanya en septiembre de 2005 ya advertía de que el sistema de seguridad más adecuado para las líneas que transcurren bajo tierra no era el existente (FAP-frenado automático puntual) por la frecuencia de paso de los trenes, sino el ATP (sistema de protección continuo). Poco después de aquel siniestro, recordó, se informó de que se iba a proceder a la sustitución «donde hacía falta», algo que le sorprendió porque el FAP había sido instalado solo cinco años antes.

En su comparecencia, apuntó «un accidente por exceso de velocidad en una curva que no está protegida» era previsible, pero del «dramatismo» del ocurrido «no». Además recalcó que una baliza previa para limitar la velocidad hubiera evitado el siniestro y se mostró convencido de que la causa del accidente fue el exceso de velocidad, dado que el tren tomó la curva a 80 km/h en lugar de a 40 km/h. «Si hubiera pasado a 40 no hubiera ocurrido», apostilló. A su juicio, ese no era un tramo «inseguro», aunque se podía mejorar la seguridad.

Al ser preguntado sobre qué era más seguro, si tomar la curva a 40, instalar balizas o el sistema ATP, Golf dijo que «de entrada son igual de seguras ambas cosas», pero «el 40 lo dejamos en manos de una persona y las balizas están para cubrir ese fallo», por lo que agregó: «¿Qué es perfecto? Que vaya a 40 y que haya balizas». Hoy en día, según dijo, los trenes a Xàtiva circulan sin que existan balizas.

Además, recalcó que en aquel momento la formación que se daba a los maquinistas era «totalmente insuficiente», aunque en este caso concreto no considera que esta fuera la causa, dado que él tiene «la sensación» de que el maquinista pudo padecer una indisposición, un desmayo o un «microsueño». Según sus compañeros, el maquinista era un «buen trabajador».