Como una estrella de Hollywood. La visita de Mariano Rajoy a Finestrat y Calp levantó ayer pasiones entre los vecinos de los dos municipios. Pese a la dureza de la crisis, las medidas impopulares que ha adoptado el PP durante la legislatura y los múltiples escándalos de corrupción que han sacudido al partido de norte a sur de España, Rajoy recibió ayer una inyección de moral. Todo fueron parabienes con él.

Cuando la playa del Postiguet de Alicante le vio dar zancadas por su paseo a las 7 de la mañana, el presidente no podía ni imaginar el baño de masas que le esperaba. El primero, en Finestrat. Tras comprometerse a tomar un martini con Isabel Bonig y su número dos en el PP de la Comunidad, Eva Ortiz, Rajoy bajó al centro del municipio. Y allí le esperaban alrededor de 250 vecinos enfervorizados. Y comenzaron los selfies. Entre foto y foto, el jefe del Ejecutivo tuvo tiempo de charlar con una asociación de mujeres y de comenzar la elaboración de una paella. Echó el arroz y los garbanzos, pero ahí se detuvo. «No me contraten porque les hundo», les comentó riendo mientras emprendía el camino hacia el coche.

La siguiente parada fue Calp. Con César Sánchez como perfecto anfitrión y vestido con una sonrisa de oreja a oreja durante todo el recorrido, Rajoy inició un paseo de unos 500 metros por las calles del casco urbano. Tardó más de una hora en completarlo. Eso sí, a mitad se detuvo para entrar en una kábila y disfrutar brevemente de los Moros y Cristianos que la localidad celebra estos días. Allí, tras fotos y más fotos, le regalaron el libro de fiestas y estampó su rúbrica.

Fue al final de la visita, y tras decenas de selfies más, cuando se escucharon algunos reproches. Pero mínimos. «Chorizos, vagos, ladrones», gritó un festero a la comitiva. Hasta el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo, se mostró sorprendido de la acogida. Mañana ya toca volver a la realidad del Gobierno.