Distinto escenario, mismo discurso. Y es que una vez más, la lucha por un cambio en el modelo de financiación autonómica fue el eje argumental de las palabras del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que en un escenario emblemático y en una jornada marcada en rojo en el calendario volvió a exigir un trato igualitario para todos los españoles. «No queremos ser más que ninguno, pero no aceptamos que se nos trate como ni no fuéramos ninguno, como si fuéramos invisibles», aseguró el dirigente socialista, en un mensaje con destino a la Moncloa. Puig, que cerró el acto institucional en el Palau por el 9 d'Octubre, reclamó una mejor financiación para la Comunidad para que sus habitantes puedan ejercer los mismos derechos que el resto de españoles, a la vez que reivindicó los «mejores valores de los valencianos» para poder «superar todos los acontecimientos».

Puig exigió que Madrid envíe más dinero a la Comunidad para que al turismo, al sector industrial, a la agricultura y las universidades no les «falten recursos» y no vean «frenado su impulso». «Los derechos de los valencianos en educación, sanidad y dependencia no son de la calidad que debería», añadió el dirigente socialista, que arrancó su intervención hablando de un «tiempo de incertidumbres». En ese inicio, Puig puso sobre la mesa las cifras del paro en la Comunidad Valenciana, el número de personas en riesgo de pobreza o de exclusión social y la renta per cápita de los valencianos, lejos de la media española.

Con todo, el mensaje de Puig giró en torno a la financiación. Para ello, recordó el «primer paso» dado esta semana con el acuerdo histórico de todos los partidos de las Cortes para reclamar a Madrid una financiación justa. «Hemos dado un paso firme, un paso histórico con la firma del acuerdo. Sabemos que no será fácil, nunca lo ha sido para los valencianos», indicó el jefe del Consell, quien continuó con su alegato a favor del cambio del modelo: «Hara falta romper tópicos y la inercia de muchos años. Hará falta hacer pedagogía, tener sangre fría, coraje y toda la inteligencia. Y hará falta recordarlo una vez más: sin autonomía financiera, no hay autonomía política. El tiempo de las falsas ofrendas se ha acabado».

Y fue más allá. Ya que el presidente de la Generalitat volvió a comprometerse, esta vez durante la simbólica jornada del 9 d'Octubre, a defender el acuerdo de las Cortes sea quien sea el próximo inquilino de la Moncloa. «Paso lo que pase [el 20-D], este Consell será leal a su palabra», apostilló.

Pero no sólo giró la mirada hacia Madrid, sino que también «miró» a los propios ciudadanos, a quienes recordó su responsabilidad sobre el futuro. «Hemos de volver a creer en las instituciones, confiar en ellas. Pensar que son fuente de soluciones y no de problemas», sostuvo Puig, que llegó a tender la mano a la gente: «Necesitamos de todo el capital humano del que disponemos porque la situación que sufrimos no la puede resolver un Gobierno a solas».

En un discurso con una evidente carga política, Puig también dejó hueco para ensalzar la figura de los premiados. Y además abrió las puertas de la Comunidad a los refugiados sirios, recordando que no hace mucho tiempo eran los valencianos quienes buscaban huir «de la destrucción».

Con un popular extracto del Himno de la Comunidad, Puig cerró un acto institucional cuya principal carga emotiva llegó con la entrega de la Alta Distinción a la Asociación de Víctimas del metro de Valencia. Las lágrimas, incluso, se hicieron protagonistas durante el recuerdo a las 43 personas que fallecieron en el accidente.

La oposición, crítica

Y tras el discurso del presidente del 9 d'Octubre se sucedieron las reacciones entre los dos partidos de la oposición en las Cortes. La presidenta regional del PP, Isabel Bonig, criticó que Puig centrase sus palabras en la «reivindicación» y no en «asumir responsabilidades». «Como dijo Julio César no es el número, sino la visión la que gana batallas», argumentó la síndica de los populares en las Cortes. Por su parte, la portavoz parlamentaria de Ciudadanos, Carolina Punset, lamentó, en la misma línea que Bonig, que el dirigente socialista se limitase en su discurso «a la queja permanente por la falta de financiación».