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Análisis

Pendientes de un escaño

El 27-S certifica la fractura de la sociedad catalana y le crea un problema a Artur Mas: necesita que la CUP le vote para volver a ser presidente

Artur Mas deposita ayer su voto en un colegio de Barcelona. EFE

Dos bloques sin fugas. Dos bloques disciplinados. Dos bloques monolíticos. Una sociedad dividida casi al 50%. Fracturada por la mitad. Y, de momento, incapaz de ponerse de acuerdo sobre el futuro de una Cataluña que sigue caminando hacia el choque de trenes. El 27-S, los comicios que los independentistas habían planteado como un plebiscito, mantendrán, de facto, la misma correlación de fuerzas con la que, hasta ahora, contaba el parlamento de Cataluña. Los soberanistas tendrán mayoría de escaños pero con menos votos que el resto de fuerzas del hemiciciclo. Junts pel Sí -la candidatura que suma a Convergència, ERC y entidades cívicas- formará gobierno. Eso es seguro. Otra cosa es si, finalmente, será Artur Mas el que repita en la presidencia. Con los datos del escrutinio casi cerrados no lo tiene confirmado. Ni mucho menos.

Durante toda la noche electoral, el resultado de la principal lista soberanista «bailó» entre 62 y 63 escaños. No era lo mismo. Con uno más, el actual presidente de la Generalitat podía repetir en minoría con la abstención de la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), la otra fuerza que defiende que Cataluña debe soltar las amarras con España. Con uno menos, tal y como se confirmó finalmente, Artur Mas necesita que los 10 diputados de la CUP -gran triunfadora con el triple de parlamentarios de los que tenía hasta ahora- se «mojen» y le concedan su voto. Y el líder de esta formación, Antonio Baños, ya ha advertido de que quieren una declaración de independencia inmediata y que, además, no están dispuestos a respaldar de nuevo como presidente de la Generalitat a Mas, al que identifican con una etapa de recortes en los servicios públicos y al que se refieren como el último heredero de los casos de corrupción de la etapa del «pujolismo».

Así que ahora todo esté pendiente de ese escaño en tanto que, además, el 27-S evidenció que el debate de la escena política catalana continuará instalado en una sola pregunta con dos respuestas. ¿Independencia? Sí o no. Los dos bandos tienen motivos y argumentos para seguir con el pulso después, además, de una participación histórica -la más alta registrada hasta ahora- que desarmó la tesis de la «mayoría silenciosa»: la movilización condujo a las urnas tanto a ciudadanos contrarios a la independencia como también a los soberanistas. Casi por igual. Los independentistas -Junts pel Sí y CUP- tendrán 72 escaños -62 y 10, respectivamente- en el parlamento, apenas dos menos que en el anterior. La CUP -un Podemos a la catalana partidario de una independencia «express»- se ha convertido en un actor clave a costa de recoger a votantes de ERC descontentos a raíz del pacto de Oriol Junqueras con Artur Mas y de atraerse a los simpatizantes de Iniciativa próximos al independentismo pero contrarios a los acuerdos con un decadente Pablo Iglesias. Los independentistas han vuelto a demostrar un poder de convocatoria que coloca a Cataluña al mismo nivel que Escocia o de Quebec en la reivindicación de su soberanía.

Aunque en la otra aceera pueden esgrimir que suman más votos, la diferencia de estrategias entre los actores es un problema -y no menor- para articular un discurso que desarme a los indepentistas. Junts pel Sí y la CUP tienen claro el objetivo: marcharse de España. Elevarán aún más la presión y abrirán a partir de hoy mismo un proceso de transición política de consecuencias impredecibles. Enfrente, sin embargo, Ciudadanos y el PP apuestan por un «encaje» en el Estado; los socialistas están por una solución federalista; y Catalunya Sí que es Pot -la suma de Iniciativa y Podemos- se ha quedado como la única formación, consumada la debacle de Unió que acaba con la carrera política de Josep Antoni Duran-Lleida, partidaria de convocar una consulta legal. Imposible que se pongan de acuerdo.

Eso sí, hay un cambio muy importante entre los unionistas: un nuevo referente en la oposición al independentismo. Ciudadanos, con Inés Arrimadas como candidata y Albert Rivera en acción como una especie de primera vuelta de las generales, logran un resultado espectacular y se convierten en el referente de la derecha españolista en Cataluña. Casi triplican sus escaños hasta llegar a 25, son la segunda fuerza y dejan atrás tanto a los socialistas como al PP que siguen adelante con su particular descenso a los infiernos. Ciudadanos será la cara visible de la batalla contra los independentistas.

Es verdad que el PSC, con un número uno de circunstancias, resiste mejor. Mantiene casi idéntico número de votos con una caída de cuatro diputados -respira Pedro Sánchez- frente al PP, que pierde un tercio de sus votos y casi la mitad de sus diputados. El «efecto Albiol», un candidato muy escorado a la derecha para hacer frente a C's y con tintes xenófobos, no ha surtido efecto. Muy mal para Mariano Rajoy que acumula desgaste para las generales y, además, evidencia su incapacidad para resolver la cuestión catalana. Tiene una gran responsabilidad en que la situación en Cataluña, entre incomprensiones y silencios, se haya enconado para complicarse todavía más. Y, finalmente, otro golpe para Podemos. Fracasa sin paliativos en su candidatura de unidad con Iniciativa en lo que supone algo más que un serio toque de atención para Pablo Iglesias de cara a las generales del mes de diciembre.

Hay, en estos momentos, una cuestión fundamental que se debe resolver: garantizar la gobernabilidad. El mayor protagonismo de la CUP pone a Artur Mas contra las cuerdas y abre la posibilidad de que otras figuras independentistas como Junqueras o, incluso, Raül Romeva puedan al final acabar en la presidencia. Y un problema aún más grave a resolver. Con el tablero casi en la misma posición, habrá que ver quién se arremanga para buscar un gran acuerdo en Cataluña y reconciliar a una sociedad enfrentada. Ese es el gran reto.

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