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El «otro» tripartito y la gran coalición PP-PSPV

La caída de populares y socialistas que auguran los sondeos alimenta el debate sobre un pacto postelectoral entre las hasta ahora dos grandes fuerzas y abre la vía a otras opciones de gobierno

Muy pocos se atreven, hoy por hoy, a vaticinar lo que ocurrirá dentro de seis meses cuando en la noche del 24 de mayo se abran las urnas de las elecciones municipales y autonómicas. La escena política es tan volátil e incierta que todas las puertas están abiertas y ninguna opción se puede descartar. Dos intervenciones de esta semana, sin embargo, han retratado a la perfección los movimientos que han incluído en su carpeta la plana mayor de todas las fuerzas políticas -muchas en esta ocasión- que tienen algo que decir en futuros gobiernos tanto de la Generalitat como de decenas de municipios. Tras la última reunión de la cúpula nacional del PP, Dolores de Cospedal, número dos de Rajoy en Génova, introdujo para esos comicios la idea de una «gran coalición» a la alemana entre populares y socialistas con el único objetivo de salvar el sistema y alejar las instituciones de las fuerzas emergentes que comen espacio a los hasta ahora dos principales partidos. Por otro lado, en una carta, publicada en la edición del pasado martes de INFORMACIÓN, Jesús Bustos, activista del 15M y candidato a la secretaría general de Podemos en Alicante, hablaba -más allá de las críticas a los fichajes del PP del alcaldable socialista, Gabriel Echávarri- de un gobierno alternativo en la ciudad de Alicante sin convertirse en una simple «muleta» del PSPV, acostumbrado durante años y años a reclamar el apoyo sistemático y casi gratuito de todas las formaciones situadas a su izquierda con el único objetivo de ir manteniendo una parte de su cuota de poder.

No se trata de dos discursos para salir del paso. Son dos mensajes muy meditados que han terminado por avivar al debate sobre esa gran alianza a la que invocan los mercados, la cúpula empresarial y los banqueros; pero también la opción de otras fórmulas de gobierno diferentes a las que hasta ahora estaban sobre la mesa, por ejemplo, en la Comunidad Valenciana. Y los datos que se manejan en las cúpulas de los grandes partidos, especialmente entre altos cargos del PP, abonan por completo esas dos tesis. Después de meses de caída libre y de deterioro electoral, dirigentes populares creen poder pescar en el río revuelto de unas Cortes muy fraccionadas y en las que habrá que hacer encaje de bolillos para llegar a consensos. ¿Por qué? El PP se aferra todavía a la posibilidad de alcanzar los 40 diputados -a diez de la mayoría absoluta- y de encontrar una tabla de salvación bien con la división de una izquierda en la que una bancada socialista débil no tenga margen para liderar la alternativa; bien con un pacto entre UPyD y Ciudadanos que les permita entrar en las Cortes -todos coinciden que por separado les será muy difícil- y decidir, aunque sea con la omisión de la abstención, el color del gobierno.

Pero los números, al menos de momento, no caminan en esa dirección. Los datos que se manejan en las salas de máquinas de los partidos apuntan a que el PP se podría quedar, a día de hoy, en unos 35 diputados y poco más de 700.000 votos; los socialistas retrocederían hasta cosechar alrededor de 450.000 votos y una horquilla de entre 22 y 24 sillones; Podemos, a expensas del efecto que pueda tener su falta de candidatos, irrumpiría con más de 300.000 votos y de 17 a 19 diputados; Compromís crecería hasta los 275.000 -100.000 más- y podría pasarí de 6 a entre 14 y 16 escaños; mientras que EU, aunque hay encuestas del PP que la sitúan fuera del hemiciclo, resistiría con unos 170.000 votos y entre 7 y 8 escaños.

Con ese decorado, a día de hoy conocido en el PP y extrapolable con actores en diferentes posiciones a decenas de salones de plenos municipales, a populares y socialistas se les abre la opción de explorar esa alianza. Corren el riesgo de no gobernar. Ni unos ni otros. De Cospedal lo sabe y lo lanza a sabiendas de que ese pacto desgasta poco al PP. Al contrario, sus votantes lo pueden llegar a entender por una cuestión de estabilidad. Por contra, sin embargo, a las bases socialistas les pone de los nervios y podría generar al PSOE un enorme desgaste, quizá, letal. Esos números, por ejemplo, permitirían a Podemos, Compromís y EU sumar más escaños que populares y socialistas e investir a un candidato al mando del Consell salvo que las hasta ahora dos grandes fuerzas se unieran. Una alternativa que encaja con ese discurso que lanzaba el representante de Podemos en Alicante. O que ya ha explicitado en público, sin ir más lejos, la candidata de Compromís a la Generalitat, Mónica Oltra, más proclive en una estrategia que le puede beneficiar, a ese «otro» tripartito -diferente al que se planteaba a mediados de la legislatura- junto a las fuerzas alternativas del nuevo mapa político, ya lo ha dicho, que a formar gobierno con los socialistas.

De momento, mientras el PP amplifica todo ese mensaje -Alberto Fabra ya lleva meses lanzando el globo sonda a Ximo Puig y ahora De Cospedal eleva el tono- para arrinconar a los socialistas que, antes de las elecciones, no pueden entrar en esa cuestión. El propio Puig ya ha dejado muy claro que prefiere cualquier salida antes que dejar otra vez el gobierno en manos de un PP con 20 años de mochila en el Consell. «Quiero poder volver a pasear tranquilo por mi pueblo», repite el líder del PSPV para aplazar un debate incómodo pero que, sin embargo, perseguirá a los socialistas no sólo ahora sino, sobre todo, cuando se abran las urnas. Al tiempo.

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