Llegaron a ser una decena, un serio problema para Alberto Fabra e incluso la tercera «fuerza política» de las Cortes por detrás de populares y socialistas. Hoy, el número de diputados del PP imputados por corrupción es «sólo» de cuatro. El jefe del Consell, por tanto, ya no tiene nada que temer. Una posible rebelión de dirigentes encausados no arrebataría la plácida mayoría absoluta de la que gozan los populares en el hemiciclo.

Tras las elecciones, el PP ocupó 55 de los 99 sillones del Palau dels Borja. Pero 10 de ellos llegaron a estar ocupados por parlamentarios con causas pendientes con la Justicia. De haberse unido contra las líneas rojas del presidente, una posible coalición de los tres partidos de la oposición (PSPV, Compromís y EUPV) habría dejado a los populares en minoría. Pero finalmente no ha sido así. El goteo de dimisiones comenzó con Rafael Blasco, procesado por el supuesto desvío de fondos que iban destinados al Tercer Mundo. El exconseller de Solidaridad se marchó antes de que le echaran.

Tras su salida llegaron muchas otras. Dijeron adiós Pedro Hernández Mateo, Angélica Such, Milagrosa Martínez, Luis Díaz Alperi y Alicia de Miguel. Ahora, con Castedo, se acaba cualquier atisbo de problema. Por mucho que se rebelen los cuatro dirigentes que todavía siguen imputados -David Serra, Vicente Rambla, Yolanda García Santos y Ricardo Costa-, la bancada popular continuaría defendiendo su posición hegemónica.