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Crónica de una muerte segura

Los 24 años de vida de RTVV han costado a los ciudadanos de la Comunidad más de 5.000 millones de euros

Crónica de una muerte segura

Los desmanes económicos que se han cometido en Radiotelevisión Valenciana (RTVV) no se reflejan únicamente en su enorme bola de deuda, que llegó a rozar los 1.300 millones de euros antes de que el Consell la asumiera de manera íntegra. Las cifras que explican su crack van mucho más allá. Los indicadores numéricos más clarificadores son los propios presupuestos del ente público. Los 24 años de vida de RTVV han tenido un coste inicial para los valencianos de nada más y nada menos que 3.981 millones de euros, de acuerdo con los datos recabados por este diario a partir de los informes de la Sindicatura de Cuentas. Es una cuarta parte del Presupuesto del Consell para el próximo año y prácticamente la misma cifra con la que contará la Conselleria de Educación en 2014. Casi nada. A esa cifra se suman, además, las aportaciones que tuvo que ir haciendo el Consell año tras año para cuadrar las cuentas del ente público. En total, RTVV ha tenido un coste para las arcas públicas de más de 5.000 millones, según la Sindicatura.

Cuando el Gobierno de Joan Lerma «parió» RTVV, la televisión y la radio públicas contaron con una asignación de 27 millones de euros para sus tres primeros meses de emisión. Aquel histórico 9 d'Octubre de 1989 marcó un antes y un después en la historia de esta tierra. La «Comunitat» se abría al país con un ente público austero, reducido, pero de calidad. La lengua de Ausias March llegaba, por fin, desde Morella hasta Orihuela.

Ese sueño, sin embargo, no salió gratis. El primer año completo de vida de Canal 9 y Ràdio 9, el Ejecutivo socialista reforzó el ente y le dotó de un presupuesto de 41,5 millones. Desde entonces, las cuentas han ido creciendo de manera progresiva... casi al mismo ritmo que las pérdidas. Tanto con el PSPV, como sobre todo con el PP. Pese a que RTVV se convirtió muy pronto en una máquina de perder dinero (cerca de 49 millones de euros en 1994, antes de que Eduardo Zaplana accediera al Palau de la Generalitat), socialistas y populares comenzaron a insuflarle dinero para cuadrar sus cuentas. Año a año fueron necesarias aportaciones extraordinarias para mantener con oxígeno a la televisión y la radio «de tots els valencians», como repiten de manera incansable estos días los periodistas del ente público.

Lejos de contener esa sangría, los distintos dirigentes del que han ocupado la poltrona de la Generalitat Valenciana optaron por engordar RTVV de manera descarada, sin importarles demasiado el pasivo que iban reflejando sus cuentas. Los ingresos por el ladrillo fluían desbocados y el Consell se podía permitir disparar con pólvora de rey.

Fue entonces cuando Canal 9 se convirtió en un poderosísimo instrumento mediático al servicio del poder. Iolanda Màrmol, una periodista de la casa, ha recordado esta misma semana cómo Zaplana exigía que se le grabara «por su perfil bueno», cómo Camps reclamó que se le llamara Francisco y no Francesc por sus aspiraciones para suceder a Rajoy; o cómo «corría el cava» en los despachos del ente cuando el PP arrasaba en las elecciones autonómicas.

La instrumentalización de RTVV llegó a tal punto que se elaboraron listas negras en Ràdio 9 con periodistas díscolos y se derivó a profesionales de prestigio a Punt 2, la hermana pequeña de Canal 9 y con unos índices de audiencia residuales. Para aumentar todavía más su control, el PP continuó contratando sin freno personal afín. La plantilla alcanzó tal volumen de trabajadores que la televisión y la radio llegaron a contar con más empleados que Antena 3 y Telecinco juntas. Se rebasaron los 1.800 contratados y se destinaron hasta 81 millones anuales para hacer frente al Capítulo I. Lo curioso es que el cénit en los gastos de personal llegó en el año 2009, con la crisis sacudiendo de lleno los cimientos económicos del Consell y con la burbuja inmobiliaria hecha pedazos.

A la vez que se incrementaban los costes de la plantilla, las pérdidas seguían yendo a más. El agujero alcanzó los 245 millones en 2008 -nunca antes se había alcanzado un guarismo así- y la viabilidad de la empresa comenzó a quedar en el aire. Hasta ahora.

Cuando los trajes de Gürtel -por cierto, RTVV también está inmersa de lleno en esa trama por la adjudicación de un contrato millonario- obligaron a Camps a abandonar la Presidencia de la Generalitat, Alberto Fabra se topó con una sociedad endeudada hasta las cejas, sobredimensionada y con una crisis económica galopante. Fue entonces cuando se planteó el ERE que dejó en la calle a más de 1.000 trabajadores. Ahora que la Justicia lo ha tumbado, el PP se ha enmendado a sí mismo y ha decidido acabar con la vida del «monstruo» que él mismo creó. Su deuda, sin embargo, permancerá viva por mucho tiempo.

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