Alfredo Pérez Rubalcaba es un líder político de transición. El máximo responsable del PSOE es consciente. Y sabe que su situación interna es complicada. Por eso, al menos de momento, su único objetivo es intentar desgastar al PP, cuya mayoría social da por finiquitada cuando está a punto de llegar el ecuador de la legislatura; que los notables socialistas recuperen, como mal menor, una cierta complicidad para relanzar la organización; y tratar de emsamblar de nuevo la vetusta pero durante años efectiva maquinaria de Ferraz para llegar a la orilla de 2015, fecha marcada para las elecciones autonómicas y después las generales, con la nave en las mejores condiciones... sin tener en cuenta la identidad del candidato. A esa estrategia se aplicó ayer durante una visita a Alicante dedicada a impulsar el proyecto del Corredor Mediterráneo, una conexión ferroviaria que los socialistas quieren alargar desde Algeciras a la frontera de Francia pasando por Andalucía, Murcia, la Comunidad Valenciana y Cataluña y ofreciendo también una salida a Baleares.

En la sede universitaria de Alicante y con el líder del PSPV, Ximo Puig, ejerciendo de anfitrión, Rubalcaba compartió la reivindicación del Corredor Mediterráneo con el vicesecretario de los socialistas andaluces, Mario Jiménez; la responsable de Organización de Baleares, Bel Olivier; el máximo responsable del PSOE en Murcia, Rafael González; y el líder del Partit dels Socialistes de Catalunya, Pere Navaro. A partir de ahí, Rubalcaba se centró en su estrategia. Aprovechó para atacar con dureza al PP y dar por liquidado, en la práctica, el crédito de Rajoy. «El PP tiene la mayoría absoluta pero, desde luego, ya no tiene la mayoría social», lanzó antes de dejar claro que durante la próxima legislatura la polémica Ley Wert quedará reducida a escombros «todos, menos el PP, estamos de acuerdo en derogarla y no tendrán mayoría en 2015. No se llegará ni a aplicar», aseveró; y que los presupuestos del Estado para 2014 son «malos», algo que ejemplificó con la decisión del Gobierno de Rajoy de limitar el poder adquisitivo de los pensionistas.

Llegados a ese punto, Rubalcaba se tuvo que enfrentar a las dificultades de cohesión que minan la estructura socialista. Preguntas sobre Cataluña con el líder del PSC presente para repetir el discurso sobre la construcción de la España federal y apadrinar cambios en la Constitución que a nadie satisfacen: ni al independentismo catalán ni tampoco a los aires de recentralización que corren en otras zonas de España. Y que, al tiempo, también encrespan a sectores del PSOE. Luego Rubalcaba le pasó el testigo a Ximo Puig, que se tuvo que emplear a fondo para intentar ofrecer la imagen de que, llegado el caso, Rubalcaba será «sensible» para acabar con el expolio de financiación y de inversiones que sufre la Comunidad. El interés del líder del PSOE tiene un punto de estrategia. Se volcará con Puig. Rubalcaba cree que un cambio de gobierno en el Palau de la Generalitat sumado, quizá, a otro en Madrid en mayo de 2015 acercaría a los socialistas a recuperar parte de su crédito en las generales de ese mismo año.

«Castedo debe explicarse ante la Justicia y también ante los ciudadanos»

Sobre la situación judicial de Sonia Castedo, Rubalcaba aseguró que no son los Ministros de Interior los que la «persiguen, es la justicia, ante la cual tiene que dar explicaciones, y de paso ante los ciudadanos». A colación de unas declaraciones de la alcaldesa de Alicante en las que tildó en su día a Rubalcaba de «siniestro» durante su etapa como titular de Interior, el dirigente socialista ironizó: «Parece que hay otro ministro que debe ser siniestro». «¿Y qué ha pasado? Que aquel ministro se fue y vino otro. Y sus problemas crecen. De esto tiene que hablar la alcaldesa. Los ministros no la persiguen», enfatizó Rubalcaba para reclamar a Castedo que ofrezca explicaciones.