Alberto Fabra y la cúpula del PP han encontrado un resquicio al que aferrarse para intentar recuperar la iniciativa política, «lavar» el desprestigio acumulado por el fracaso en la reforma para reclamar más inversiones al Estado y, a menos de dos años de las elecciones autonómicas, intentar remontar: agitar el miedo al tripartito y el anticatalanismo, un argumento que sacaron casi todos los cargos populares que subieron a la tribuna. En la cena con la que el PP inició anoche el curso político en Elche ante 1.200 personas y con la alcaldesa Mercedes Alonso como maestra de ceremonias, el titular del Consell intentó darle la vuelta a una semana muy complicada y, al menos por ahora, ha encontrado una vía para atacar a una alternativa en la que los populares meten en el mismo saco al PSPV, Compromís y EU a la que se dirigió, lanzó Fabra, como «esos partidos que buscan generar ruído» para llegar a la Generalitat con una «mezcla de todos».

Fue una intervención con la que intentó recuperar parte de su crédito entre la tropa del PP, desilusionada por la debilidad que está mostrando en Madrid «no pintamos nada», definió la situación un alto dirigente popular antes de empezar el acto además de por una agenda política marcada casi en exclusiva por los recortes y la corrupción. En un momento en el que su liderazgo está cuestionado por dirigentes de Génova, Fabra presentó al tripartito como un caos frente a un PP como única garantía de estabilidad política y económica, argumento en el que también puso el acento el vicepresidente del Consell y líder popular en Alicante, José Císcar, que llegó a hablar de los asaltos a los supermercados, de un «secuestrado y débil» socialismo valenciano y del «desgobierno» de un tripartito. «Los hay que dicen reflexionó Fabra que no tenemos ni proyecto, ni rumbo. Nosotros le dedicamos nuestro tiempo a salir de la crisis, a combatir el paro y a defender a los ciudadanos. (...) Hay diputados que cobran de las Cortes y que trabajan para que una parte de España se separe. Con el dinero de los valencianos no se defiende a otros», cargó el jefe del Consell en alusión, sin citar a nadie, a Compromís.

Pero Fabra no sólo necesitaba pasar al ataque. Tenía la obligación de intentar hacer acto de contrición con los casos de corrupción que azotan al PP de norte a sur de la Comunidad. «Hemos tenido actitudes que no nos correspondían y no admitirlo sería negar la evidencia», soltó nada más empezar. Y también de tratar de quitarse de encima la imagen de un líder incapaz de defender los intereses de la Comunidad, máxime en la semana en la que el Gobierno vetó la votación en el Congreso para aumentar las inversiones. «Claro que defendemos. Ahí está el Corredor Mediterráneo, el déficit asimétrico y continuaremos reclamando una financiación justa», apuntó. José Císcar, además, añadió, aunque en un tono menos virulento y mas conciliador para no soliviantar a Dolores de Cospedal, el discurso del agua con las negociaciones del Tajo-Segura.

En un acto en el que se escucharon innumerables loas a Rita Barberá a la espera de la decisión del TSJ sobre su posible imputación en Nóos pero en el que hubo un silencio clamoroso sobre el resto de imputados, la cúpula del PP se apuntó a un cierto optimismo sobre la mejora de la situación económica en la misma línea marcada por Rajoy que vinculó a los recortes; y lanzó una advertencia sobre la necesidad de mantener el partido unido de cara a las elecciones europeas, que destacaron como un elemento clave de movilización con vistas a los comicios autonómicos. Dentro de un año, cuando el PP vuelva a abrir su curso político, todo será campaña.