Mi amigo Antonio Moreno Cánoves, me emplazó el domingo pasado para desayunar en nuestra cafetería favorita a lo que accedí encantado, pese a que el temprano refrigerio incluía, según lo previsto, una ulterior visita de unos viveros de donde el interfecto se proveía de plantas para su finca familiar.

Conocía la zona, sólo de pasada para el tránsito a la playa, a la que concurro habitualmente por lo que se me había pasado lo maravilloso de estas instalaciones, la alta calidad de su contenido jardinista y el importante volumen de la actividad, que suscitaba la presencia de múltiples clientes interesados en su aprovisionamiento de las plantas que demandaban.

Estas instalaciones, las más importantes que he visitado en Alicante, incluían entre los aficionados, madrugadores a sus exquisitos reductos, a un buen amigo de la Facultad experto en Filosofía del Derecho, de fama internacional.

Ambos intercambiamos someramente nuestros pesares, por el triste destino que esperaba a este complejo en cuanto a la aniquilación de las flores y plantas en el ámbito por la prevista ampliación urbanística del municipio de San Juan, que por supuesto engloba este sector, importante ambientalmente, de la partida de Fabraquer, último vestigio de la famosa, internacionalmente, Condomina, que proporcionaba a los Reyes de Francia sus más preciados caldos de ahí su calificación como Rey de los Vinos y Vino de Reyes.

Pero no quiero profundizar en este enfoque que se aborda en profundidad en mi libro "La Gallina de los Huevos de Cemento", sólo que desde una perspectiva puramente programática hacer constar mi preocupación por la pérdida que puede producirse, de un aporte naturalista excepcional, que ha conseguido trasladar a nuestras tierras, reproduciendo sus características originarias, múltiples árboles y flores, de alta estima aclimatados felizmente para nuestro deleite espiritual versátil.

Creo que lo que allí se contiene y sobre todo sus posibilidades de extensión, merecería, su salvación del destierro que las amenaza, como consecuencia del urbanismo de cemento puro y duro, animado por expectativas derivadas del cambio de calificación municipal. Como dirían mis mayores: "Dios sea Loado".

Me costaría trabajo creer que los ciudadanos de San Juan si estuviesen suficientemente informados, apoyarían el planticidio que se avecina que no sólo afecta a las especies inmediatamente implicadas por la urbanización, sino a la posibilidad de reproducirlas, y a los profesionales que con ejercicio y afecto, han logrado procesos que pueden perderse irreversiblemente. Quizás se cuestionarán si no habría otros lugares idóneos para la expansión de la cultura del ladrillo. Me pregunto si los que sacrifican de flores y plantas no se arrepentirán dentro de algunos años, cuando sea ya irreversible.

Ramón Martín Mateo es ex rector de la Universidad de Alicante.