Oigo de nuevo a González Pons empecinarse en que el programa electoral y el manual del candidato están ahí y que, por tanto, ninguno anula al otro. Menos mal que la madre del cordero, o sea el agua, es incolora, inodora e insípida porque, si llega a tener cuarenta grados, muy poquitos estarían en condiciones de tragarse lo que se están tragando. Pensé erróneamente que intentarían que, por su parte, se hablara del asunto tan poco como se habla ya por aquí de los "grizzlies" nada más haber sido trasvasado Gasol-este sí- a Los Ángeles, pero qué va. Salvo el silencio clamoroso de ciertas voces empresariales y de alguna otra índole, debe resultar muy difícil desengancharse cuando llevas hablando a diario durante años del "peacheene" aunque de lo que acabasen de preguntarte fuera del Benacantil o de lo que se embolsa Subirats. Reconozcamos que en este sentido tiene razón don Mariano: los otros no son verdaderos artistas y, de ahí, que no estén ni mucho menos subvencionados al cien por cien como sin embargo tenemos a sus señorías. Todavía hay diferencias. Las piezas que recitan en los contínuos pases no están al alcance de cualquiera por mucho que haya podido pegarse unos cuantos cursos de Arte Dramático. Interpretar ciertos clásicos como el del "peacheene" con la mayor naturalidad y total desparpajo tiene su aquel. La productora en cuestión lo sabe y, de competencia, apuesta por la imprescindible. Por eso se lo llevan los demonios con el cine español y abominan de que se le respalde, lo cual no impide que se traiga a sus cabecitas locas a rodar a la Ciudad de la Luz y se les subvencione con lo que haga falta y más para que rueden, siempre que no se sepa la cantidad. Tenga o no un "tocao", tampoco es que nada de este guión nos sorprenda. Al contrario. Es el manual.