A la hora de crear, hay motivaciones de parte del artista que dependen de ciertos influjos exteriores. Y estos impulsos son los que condicionan muchas veces la imagen o el cuerpo físico del producto artístico. Por ejemplo, un agente que actúa sojuzgando al cuerpo del arte con modelos repetitivos es la Tradición. ¿Y por qué persisten los artistas en amurallarse tras modelos sabidos? He aquí una cuestión importante que voy a desentrañar en el artículo que ahora inicio.

Empiezo por definir -ya que está bastante claro dentro de la arquitectura- lo que significa el "estilo". Diré, para un buen gobierno, que el "estilo" ejemplifica aquel modelo que se perpetúa gracias a la Tradición, logrando perfeccionarse con el tiempo. Entendiendo aquí la Tradición como ligada al ejercicio artístico; y no la tradición tomada en sentido amplio, o sea aquella donde se agrupan doctrinas, creencias, costumbres, atuendos, ritos, folcloreÉ Aspectos varios con los que un pueblo exterioriza su idiosincrasia o manera de ser a lo largo de la historia. Esa Tradición a lo grande que los orientales definían llamándola "herencia de los dioses".

Dicho lo cual, me vuelvo a repensar las condiciones del "estilo". Primer detalle: el estilo se desarrolla en el cuerpo del arte, es decir, manipulando materiales. Segunda cuestión: representa ser la continua perfección de un modelo primitivo del cual arranca. Y tercer secreto: necesita la contribución aunada de varios artistas que deciden perseverar, durante cierto tiempo, en la perfección del modelo inicial. Esto quiere decir que el estilo se incorpora al pasivo rodar de la tradición artística. Y son, por otra parte, los artistas quienes enamorados de ese primer acierto tratan de depurar luego, con sucesivos modelos, el pronunciamiento del estilo.

Miremos ahora hacia el templo de Paestum. ¿No vemos como apunta en el horizonte de la historia griega, con su tosquedad manifiesta? Mas pronto advertiremos lo que significó repetir el mismo modelo suyo, durante más de cien años. Ved en sucesivos ejemplos cómo se va librando de su rudeza expresiva hasta llegar a la perfección absoluta del Partenón. El "estilo dórico" salta entonces al esplendor máximo. Se acuña, en ese docto equilibrio del molduraje, en ese ordenamiento que concibe y trata la sombra de las molduras como frases ensambladas, especie de halagos sensoriales que marcan su ritmo al mármol blanco, pautándolo maravillosamente sobre el azul del cielo griego. Así que, a partir de aquí, ya sabemos que se anotan como "estilo" aquellos modelos que se van perfeccionando con el tiempo. Verbigracia: el estilo románico, el gótico, el barroco y el neoclásicoÉ

Otro problema. A estas alturas de la presentación del estilo, convendría sacar a la luz el distinto origen formativo que presenta lo que hemos llamado "estilo" frente a la "moda". Empiezo por hacer notar que la "moda" queda demandada por la Sociedad, exigiendo unos modelos sacados de cierta "tipología o tipo". En cambio, el "estilo" lo regentan los propios artistas quienes, enamorados de un modelo, deciden repetirlo por Tradición.

Pues bien, sin salirme ahora del entorno de la arquitectura trataré la vivencia de la "moda" explicando antes lo que se entiende por "tipo" o "tipología". Basándome en la definición de Quatremêre de Quincy diré que el "tipo" representa una fórmula ordenatoria del espacio del arte pero tan sólo imaginada en su concepción geométrica, sin definirse con materiales. Por tanto, se reduce a "un proyecto de formas". Deslizándonos por estos derroteros vayamos a suponer que, en un momento dado de la historia, se incorpora al Arte cierta "tipología" con lo cual los modelos surgidos de ella tendrán esencialmente el mismo esquema base. A dicha implantación social de modelos sacados de una misma tipología se le llama -como he dicho- "moda". Por ejemplo: si se impone en la sociedad el gusto por exigir chalés que se desarrollen alrededor de un "claustro", idea que todos aceptamos como tipología conocida. Será evidente que esos chalés pueden ser variados en materiales y formas complementarias, mas todos ellos disponen de un claustro sobre el cual gira la distribución de la planta. Distingo importante que nos permite establecer el nacimiento de una "moda".

Pero creo que todo ello se explicaría mejor en los límites atrayentes del vestido. Una "moda tipológica" se daría, por ejemplo, cuando partiendo el tipo traje-sastre femenino, formado de falda y chaqueta, los modistos creasen ciertos modelos sujetos a chaquetas muy cortas y faldas muy largas, permitiendo -por supuesto- la variación de formas y tejidos.

En cambio, un "estilo" en el vestir lo hallamos en la singularidad del traje típico. Porque no cabe duda de que sus características cumplen al pie de la letra cánones profundos que afectan a la idiosincrasia del pueblo; a la adaptación al medio, a la elección de determinados colores, etcétera, detalles todos que los artistas han sabido con el tiempo recoger y depurar. El traje típico es, por cuanto he dicho, un modelo perfeccionado con el tiempo. En consecuencia, este atuendo especial donde los trajes típicos exponen los gustos generales de una comarca resulta algo perenne que nada tiene que ver con la forma urgente, espontánea y precipitada con que la sociedad demanda la "moda". Cuestión, pues, zanjada. Desde hoy ya sabemos que el "estilo" en el traje es el hábito de un rito milenario. q