Los obispos españoles no están acostumbrados a que se conteste a sus manifestaciones políticas porque pretenden utilizar los púlpitos no sólo para predicar el Evangelio sino para influir políticamente en la sociedad. Pero cuando los representantes de la Iglesia intervienen en política debieran saber que es un ámbito dialéctico y democrático en el que no se consienten los sermones sino que las intervenciones son de ida y vuelta. Ahora la Iglesia empieza a recibir respuestas a sus postulados políticos y empiezan a saltar las alarmas por una confrontación que no puede traer nada bueno para la sociedad española.

El calor de una campaña electoral es mala consejera para dilucidar el enfrentamiento entre la Iglesia Católica y el Gobierno. La cúpula de la conferencia episcopal lleva toda la legislatura en confrontación con el Gobierno, pero la gota que ha colmado el vaso ha sido la petición explícita de que los católicos no voten a quien ha negociado con ETA. Una negociación con terroristas para tratar de poner fin a la violencia no es un dilema de moral católica sino una decisión legítima de quien además contaba con la autorización del Congreso de los Diputados, depositario de la soberanía nacional, para realizar ese intento. Resulta curioso, además, que miembros destacados de la jerarquía de la Iglesia hayan intervenido en negociaciones con ETA en la época del gobierno de José María Aznar. Al Gobierno le asiste la razón en su indignación por la actitud de la Conferencia Episcopal pero no le beneficia entrar en una disputa sobre las relaciones con la Iglesia en el contexto de la campaña electoral. Son cosas que hay que tratar después de un periodo de reflexión y con la cabeza fría.

La cúpula de la Iglesia española ha conectado con los sectores más conservadores de la política española y se están retroalimentando en los intentos de imponer una moral conservadora que está en contra de los parámetros que existen en los países europeos de nuestro entorno. La historia de España y el conocimiento de lo que han traído consigo las disputas de la Iglesia con la sociedad civil debieran aconsejar a todos el máximo de prudencia en la resolución de estos conflictos.