El egotismo es un rasgo de la personalidad que consiste en que el sujeto aparece siempre hablando de sí mismo, sobrevalorándose, despreciando las cualidades de los demás. Lo padecen personas vanidosas. Ha habido egotistas gloriosos, como Stendhal, quien quería "entrar en el mundo por el cielo", y egotistas de vuelo gallináceo, que danzan sin descanso mientras hacen brillar sus navajas. Con unas guitarras y unos bongós como percusión, el egotista puede lanzarse a movimientos rápidos y reiterados que aparenten el vuelo de las aves, de donde viene "bolero", de raíces españolas pero reinventado en el Caribe.

No hay duda que las "Memorias" de Jean-François Revel, afamado escritor y periodista de relumbrón, condecorado en enero de 2004 por Aznar con la Gran Cruz de Isabel la Católica por su cruzada en favor del liberalismo, es un personaje interesante, capaz de lanzar hectólitros de vitriolo sobre la izquierda. Jiménez Losantos, otro fabricante de líquidos corrosivos en no menor escala, lo consideró, en el momento de su muerte el pasado año, "el maestro más importante para nuestra generación liberal". Alejo Vidal-Quadra, eurodiputado del PP catalán, que ha calificado a Blas Infante, considerado oficialmente "padre de la patria andaluza", de "cretino integral", "estrafalario" y "grotesco", se siente también alumno mediopensionista del ensayista, agitador y periodista francés. Y también lo es el profesor de la Complutense Alberto de la Hera, que durante los ocho años del Aznarato, fue director general de Asuntos Religiosos, que ha tildado a Blas Infante, fusilado en 1936 sin juicio ni sentencia, de "uno de los tontos más grandes de Europa". Aznar acaba de descalificar a todo lo que se encuentra a la izquierda de su derecha con ese tono que tanto conmueve a los amigos del Género Chico y de la música del rey de la copla, el maestro Quiroga: "La izquierda descreída combate la idea de Nación española. Ha inventado falsas naciones sin otro objetivo que socavar la única Nación verdadera, la española", que todos sabemos que es la que besa de verdad, y no por frivolidad. Ya ha denunciado, como amante de la verdad que es y mirándonos a los ojos, el "sórdido engaño" de Zapatero. No hay más que leer ese libro, titulado "El ladrón en la casa vacía" para saber por qué tiene Revel aprendices tan aplicados y entusiastas.

Para encontrar la marca de fábrica de tan hondas descalificaciones no hay más que asomarse a estas "Memorias", que ha publicado la fábrica de pensamiento aznarista, la FAES, en una impecable traducción. La Fundación para el Análisis y Estudios Sociales dedicó a Revel su campus del pasado verano en Navacerrada, y allí Aznar se comparó con Revel, no en su egotismo, claro está, sino en haber luchado ambos toda su vida contra las mentiras "y contra la ceguera voluntaria de aquella parte de la sociedad que no se atreve a plantar cara a esa mentira" (sic);. Los intelectuales franceses de izquierdas, como Lacan, Lévy-Strauss, Merleau-Ponty y Sartre fueron para Revel poco más que "mandamases vanidosos" y autores de "tonterías filosóficas". Reciben su buena ración de ácido sulfúrico los socialistas, poseedores de un "don innato para el robo", destacando entre ellos su particular bestia negra, Mitterrand, al que reconoce una cierta inteligencia, aunque sólo maniobrera, y al que le dice de todo, menos bonito: "autócrata irresponsable", a quien "le gustaba frecuentar estafadores, con los que atiborró sus ministerios y su corte, aunque al final de su vida también brilló por su predilección por los asesinos"; "gestionó Francia como se gestiona un bar"; "poco entusiasta del trabajo", etcétera. Otros destacados socialistas caen pulverizados bajo el Yo supremo de Revel: Guy Mollet era un cínico retorcido; el que fuera ministro de Defensa Jean-Pierre Chevènement un Lenin provinciano y santurrón; y el ex ministro de Justicia, Fauvet, un "propio" colocado en tan sensible cargo por Mitterand "para obstruir el curso de la justicia y librar del castigo de los tribunales las sirvengozadas del Partido Socialista y sobre todo las de su augusto padrino". Los secretarios generales del Partido Comunista francés no les van a la zaga: Thorez era un "lacayo atolondrado", y Marchais "un canalla" y "un robot monótono". No sale mal parado Felipe González, pero sí su mujer, en un inolvidable párrafo que denota la calidad humana de este gran bailón del liberalismo. Carmen Romero encarnaba "el sectarismo receloso de la izquierda inmovilista", aunque lo que más le impresionó a Revel fue "la delgadez de sus piernas", "dos largos palillos capaces de apagar cualquier deseo masculino".

Una prueba final de su egotismo. Su amigo Raymond Aron le calificó en sus "Memorias" de anticomunista visceral. ¿Visceral Yo?, se preguntó Revel, "al contrario, soy cerebral a más no poder".

Al son de ese ritmo y tempo invariable del bolero, repetido una y otra vez en un crescendo sin modificaciones, bailan hoy, bien agarrados, sus aventajados discípulos Mariano, José María y Federico. Se queda fuera Gallardón, el único melómano, y según los liberales del ballet de Esperanza Aguirre, un "progresista naif y medio bobo". Les va lo que dijo Bergamín de sí mismo: "soy liberal en todo salvo en política".

Enrique Giménez es catedrático de Historia Moderna de la UA.