Todo buen pastor tiene la obligación de orientar a su rebaño y a nadie puede parecerle mal tanto que las ovejas sigan los pasos de quien les da alimento y los guía como que el pastor cuide de que no se le descarríen sus ovejas. Pastores son los prelados españoles y corderillos suyos deben ser sus fieles, sin que haya agravio en esta comparación, que un cordero divino es símbolo bien preciado en la Iglesia. Por eso, ante los peligros de desorientación que sus fieles puedan sufrir en unas elecciones generales, a las que se presentan ovejas del rebaño católico, o lobos disfrazados de cordero que pueden mezclarse con ellas, más las ovejas descarriadas o las ovejas de otros rebaños, tenidas por los obispos por lobos que se comen a los niños, es legítimo que los pastores vigilen a sus ovejas y las guíen rectamente. En esa línea va la nota que la Conferencia Episcopal Española hizo pública ayer para definir el modelo de proyecto de vida que puede ser votado, conforme a su tradición, y el que no. Naturalmente, no van los obispos a postular un voto mediante el cual las ovejas puedan salirse de su propio redil o pueda haber otros rebaños que pasten en el prado de la patria tranquilamente y con iguales derechos. Otra cosa es que haya malintencionados que vean a los pastores divinos, no bajo el signo del cordero de Dios que quita los pecados del mundo, sino bajo las alas de una gaviota pagana reclamada entre los deshechos de la política y picoteando en ellos. Que esa es la mala intención del amigo fotógrafo que me ha hecho llegar por correo electrónico una foto montaje en la que el cardenal García Gasco, muy favorecido por cierto, vigila desde la atalaya de una sede del PP, con sus siglas bien grandes, el paso de un nutrido rebaño de ovejas. Pero la misma mala intención del fotógrafo debe guiar a otros cuando le reprochan a los obispos este celo pastoral en la orientación. Quizá por la mucha audiencia que tienen estos pastores, no sólo entre las ovejas propias que los escuchan en sus púlpitos, cuyos niveles de audiencia deben ser muy altos si va tanta gente a misa como dicen, sino en los medios laicos que dispensan gran atención a lo que los obispos proclaman como palabra de vida. Pero los obispos merecen también atención por su trabajo a favor de las ovejas de otros rebaños. Es tanto el ardor que pone el pastor Martínez Camino, por ejemplo, que no sólo consigue orientar a sus ovejas, sino que estimula a actuar a las más perezosas de las que él tiene por lobos laicos. No comiéndose a las ovejas de Martínez Camino, que eso sería darle argumentos para el martirio del cordero eclesial sacrificado, que le encanta, y admitir que son lobos, aunque no creo que a Martínez le hagan falta razones o más gafas para ver tranquilos corderos donde lobos ve. No. Tampoco para saber que han de tomar el camino contrario al que él señale, porque eso lo tienen aprendido, por supuesto. La nota episcopal estimula a las otras ovejas a movilizarse. Y eso es lo que pasó ayer. Nada más habló Martínez Camino, empezó uno a recibir comunicados por Internet de distintos colectivos que iban desde la exigencia a los que quieran gobernar de acabar con las relaciones Iglesia-Estado al reclamo de que nadie se quede sin votar en marzo para que quede claro cuántas ovejas les hacen caso y cuántas son las ovejas que no se dejan pastorear por ellos en los prados civiles.