La que tenemos liada con el castillo. No creo que en ningún lugar del mundo que cuente con una fortaleza ocurra lo que aquí. Por lo que se ha llegado a proponer para su entorno llega uno a pensar que Santa Bárbara molesta. Que mejor que no estuviera, vamos. Llevamos años dándole vueltas a qué ponemos en las faldas del Benacantil como si fuera una obligación colocar algo y, mientras se proponía encajar en su ladera las edificaciones más inverosímiles, se desatendía la Cara del Moro hasta el extremo de que los primeros gastos de un nuevo plan de actuación previsto tendrán que ir a parar a la ceja y a la nariz que están desprendiéndose. Eso es muy nuestro. Se dice que se quiere embellecer el centro y lo único fijo que ven a diario los representantes que nos representan, que es la plaza del Ayuntamiento, no hay quien pueda verla ni observarla ni disfrutarla porque es un puro y duro aparcamiento. Oí recientemente a Sonia Castedo asegurar que se estaban buscando soluciones y que se venía trabajando en ello desde anteriores legislaturas. Si para eso se necesita la intemerata, habrá que concluir que el Moro ha tenido suerte de que se fijen en lo suyo. Eso lo que les digo: ayer se habló de mejorar los accesos al castillo para que vaya gente y de implantar un teleférico y hasta escaleras mecánicas cuando no hay forma de que el ascensor existente suba y baje. Yo no digo que el objetivo no esté cargado de buenas intenciones ni que los enclaves históricos estén reñidos con actuaciones contemporáneas. Pero tampoco nos volvamos locos, quiero decir más. El acceso a un castillo siempre será complicado porque de eso se trataba. Al igual que plantea problemas para acoger festivales porque su único propósito era defender la ciudad. Anda, que para lo que le ha servido.