Cada vez que Francisco Camps se acerca por Torrevieja, y ayer lo volvió a hacer, al alcalde de la ciudad, Pedro Ángel Hernández Mateo, le debe dar un subidón de autoestima. Las loas del molt honorable a su gestión -la del primer edil- son de tal calibre que, la verdad, cuestan. Ayer, puestos a subir el diapasón Camps vino a decir que desea que Rajoy gobierne en Madrid como lo hace Mateo en Torrevieja. Esperemos que si al final se cumplen sus deseos todo no sea exactamente así. Porque, claro, suponemos al más alto dirigente del Consell informado de que su loado compañero de partido tiene numerosas cuentas pendientes con la Justicia por la hábil mezcla en su gestión de los interés públicos con los privados. Queremos suponer que a esta parte de su gestión no se refería Camps. Ni tampoco a la de haber planificado una ciudad con una de las mayores tasas de criminalidad del país. O a la proliferación de barracones escolares que ha convertido a la población en la de más prefabricadas por metro cuadrado de la Comunidad. Si restamos a la ejemplificadora gestión de Mateo estos pequeños e insignificantes detalles, cabe preguntarse si Camps sabía bien donde pisaba. Porque querer a Rajoy, suponemos que lo quiere bien.