Esperábamos el momento apropiado y colocábamos el CD. Ideal si era en el coche. No pasaban ni dos canciones y llegaba la pregunta que esperábamos. "¿Quién canta?", preguntaba el incauto. "Bruni, Carla Bruni", contestábamos con la suficiencia de los ya iniciados. A continuación, distraídamente, le pasábamos la carátula del disco, y voilà: uno más al club. No sé si hay datos que lo puedan corroborar, pero estoy seguro de que fue uno de los discos que más corrió de mano en mano entre el género masculino en los años posteriores a su edición, hará un lustro. Era escucharlo, y oyes, que se te iba la mala leche provocada por la última perla de Aznar. De golpe y porrazo nos convertíamos en seres tiernos, sensibles, cultos, parisinosÉ Y nuestras chicas, punto en boca, claro. El profundo debate que nos ha sacudido durante décadas quedaba zanjado, finiquitado: "A ver, listos, qué preferís una guapa tontaina o una fea inteligente", te soltaban de sopetón las cuñadas en cualquier sobremesa banal. "A Carla, preferimos a Carla", respondíamos a coro y con lágrimas en los ojos los hermanos, con esa camaradería tan tribal que sólo se da entre los hombres. Era un golpe bajo, lo reconocemos, pero si ellas tenían a Clooney, nosotros teníamos a Bruni, que encima nos susurraba al oído, en francés y cuando nosotros queríamos.

Y después de tanto tiempo pensando que éramos especiales por pertenecer a tu selecto club de fans -no todo el mundo tenía la finura, sensibilidad y sentimiento para degustarte en todas tus formas de expresión artística- no damos crédito aún (seguimos todavía con cara de idiota, el rabo entre la piernas y aguantando la guasona sonrisita de nuestra media naranja); ni nos acostumbramos a verte, un día sí y otro día también, en las televisiones de medio mundo anunciando coches de lujo, en los noticieros paseando por Eurodisney o por Luxor, o en las portadas de las revistas con poses de "grupie" barata para los camioneros. Y, lo peor, sorbiendo los vientos por un tío bajito, poderoso, hiperactivo y que es lo más parecido al machito hispánico de toda la vida. Ole tus huevos, Carla, ole tus huevos...