España y la familia no se destruyen y hoy ETA está muchísimo más debilitada, hechos contrarios al diagnóstico de la derecha extrema con Rajoy al frente y Josemari como guía espiritual. Sabemos que el sentido común es propiedad exclusiva de estas personas y que, por lo tanto, hay que obsequiarles nuestros votos alegremente. Amén. Ellos son el futuro y los otros no dejan de ser un simple juego de azar, una incertidumbre con sus ocurrencias y las divisiones que generan entre los ciudadanos. Los populares tienen la intolerancia y la crispación a flor de piel pero es el vecino quien altera el gallinero y ofrece aversión a los consensos. El cambio político que propone Rajoy se asienta en la seguridad, en la eficaz gestión de los asuntos públicos y en los problemas que inquietan al personal, dicen. Dicho de otra manera. El fundamentalismo y el conservadurismo del PP sólo pretenden recortar derechos y poner la zancadilla a una democracia avanzada en lo económico y lo social. La novedad y las ilusiones que transmiten los populares están provistas de un corazón con freno y marcha atrás. La visión reducida de la peor derecha no va más allá de sus narices. Vino, sardinas y unos chistes para todos. En esto se basan las propuestas de libertad, igualdad y solidaridad del grupo de Rajoy y el gobierno previsible y con rumbo fijo que anhela este hombre. Lo demás es un riesgo para España que no contribuye, ya se sabe, a mejorar la realidad de la gente. Aquí lo que interesa es el catolicismo a ultranza e integrista. El domingo toca en Barcelona, por obra y gracia de los sectores ultracatólicos, en defensa de "la vida, la familia y las libertades", que, por supuesto, están en serio peligro por culpa de la tolerancia de Zapatero. Así que la espada y la cruz se unen nuevamente y protestan porque el Estado aconfesional no legisla en función de los criterios de estos exaltados. Una ofensiva más con fines políticos. Y es que todos los miembros de la derecha más recalcitrante se dan la mano en su afán de echar un cable al candidato Rajoy. Una soga al cuello más bien. El nacionalcatolicismo revolotea aún y pretenden inyectarlo a cualquier precio, aunque sea a base de utilizar también a las víctimas de los etarras. El 9-M veremos la réplica.