T ener madera de líder no equivale exactamente a ser un líder de madera. Esta confusión se traslada al libro titulado erróneamente «Madera de Zapatero », pues su contenido se ajusta mejor a Zapatero de madera. Escrito a modo de hagiografía por Suso de Toro , amigo personal del presidente, ejemplifica los obsequios envenenados que los cortesanos sirven a sus amos. También es la primera biografía de un político en la que aparece la palabra caracteriológicamente, que ni siquiera existe. Podían haber probado con caracterológico, para aproximarse en algo a lo académico. El batallón de contribuyentes -algunos tan neutrales como el hermano de Zapatero, el primo de Zapatero, Fernández de la Vega , Carme Chacón , Trinidad Jiménez Pepe Blanco - no consigue emitir un solo juicio hostil sobre el protagonista de esta obra maestra de la sumisión a un líder. La utilización de palabras inexistentes concuerda con la evaporación de Zapatero. Según el autor, «nos recuerda mucho al mito de Arturo , aquel joven que se coronó rey». Obviando la simpleza de que la inmensa mayoría de «los jóvenes que se coronaron reyes» no tiene nada que ver con las leyendas del ciclo artúrico, también preocupa el nos que pretende afiliar al lector incauto -dado que la alusión se registra en la página doce, todavía no se ha registrado el abandono en tropel de quienes se atreven con esta empalagosa obra maestra-. Puestos a incluir al presidente entre los mamíferos mitológicos, le cuadra mejor el unicornio, porque en Zapatero de madera se construye un personaje de ficción.

Las intervenciones de Zapatero en el libro sirven para plantearse si el presidente de los españoles habla español. Desde el prólogo victimista se anuncia que «pocos personajes públicos han afrontado campañas de descrédito personal tan sostenidas», si exceptuamos a Suárez , González , Aznar y los probables sucesores del actual presidente, aunque este untuoso y magistral retrato apunta a la inmortalidad como única recompensa ajustada a los méritos del inquilino de La Moncloa. La crispación española es endémica, pese a la vocación socialista por creerse la alfa y la omega. Casi siempre desafortunado, Rajoy acertó casualmente al asegurar que «Zapatero gobierna como si el mundo empezara con él». A cambio, Aznar gobernó como si el mundo acabara con él. Zapatero de madera combina el género de monstruos con la literatura pastoril. Fue un profesional del pastoreo quien le confió al hoy presidente que «las cosas que se aprenden sin estudiar, no se olvidan». El bucólico profesional ignoraba probablemente que, al pronunciar esta máxima, estaba alterando para siempre la historia de España. El retrato del líder socialista ahínca el peso de su «ingenuidad», aunque vienen a la mente cualidades más ingratas para quien se despide de su madre, agonizante en la UCI, con la pregunta «Mamá, ¿crees que voy a ser presidente del Gobierno » La respuesta fue «sí, lo vas a ser». A continuación, y siempre según la narración de su hijo, la mujer perdió la conciencia.

El ditirambo se escancia uniformemente a lo largo de Zapatero de madera. Cuesta seleccionar el caso más descollante de ceguera analítica, aunque Fernández de la Vega acumula créditos al efectuar su particular balance del felipismo crepuscular. «Al final», sentencia la vicepresidenta, «hubo algún caso de corrupción que determinó las elecciones». Celoso tal vez, José Blanco rivaliza en el empeño por reescribir la historia. A su juicio, «hacen hoy más oposición al Gobierno algunos medios de comunicación que el PP». Se le olvida que lo mismo ocurrió en sentido contrario durante los primeros años de esta década, con el hoy presidente paralizado en su madriguera.

La imbatibilidad de Zapatero de madera radica en la destreza del orfeón convocado para transformar en virtudes las múltiples carencias del líder providencial. Su pasividad frente a una agresión se reinterpreta como una clarividencia de origen divino, cuyos frutos comparten hoy sus gobernados, no siempre conscientes de su suerte. Antes que despertar la fascinación por un personaje gris, el libro atrae hacia su singular peripecia. En concreto, obliga a preguntarse cómo puede haber llegado alguien así a la presidencia del Gobierno. Si libros tan zalameros como éste propiciaran una deserción masiva de votantes socialistas, cabría recuperar la fe en la literatura.