D esde hoy van a pasar a revestirse de púrpura tres españoles, que recibirán sus birretes de cardenales y un beso del Papa. Ingresarán así en lo que dicen que es el club más exclusivo y elitista del mundo. Al mayor de ellos, Urbano Navarrete , un jesuita de 87 años, que no podrá hacerse la ilusión de llegar a Papa, parece que lo distinguen por su ciencia teológica, que ha sido mucha. Pero de los otros dos, uno arzobispo de Barcelona y el otro de Valencia, cuentan que el Papa ha valorado que pertenezcan a distintas sensibilidades del episcopado español. La del catalán, Lluis Martínez Sistach , porque es «progresista», hasta donde un arzobispo puede permitírselo, es decir, moderado, capaz de poner armonía en el desaguisado que le dejó organizado un fundamentalista como Carles , su predecesor. Y a Agustín García Gasco , el de Valencia, ni por la ciencia teológica ni por la armonía, sino porque el Papa es agradecido y reconoce en él a un buen agente de viajes papales. En todo caso, pertenece a una sensibilidad que si no es la más concurrida del episcopado español, es la más notoria por reaccionaria. Así que es de suponer que hoy no falten jesuitas en el Vaticano para acompañar a Navarrete, ni fieles diocesanos de Barcelona y de Valencia para festejar con sus pastores la condición de nuevos aristócratas de la Iglesia. Pero a García Gasco, que es de un pueblo toledano, tampoco le van a falta sus paisanos de Corral de Almaguer, no sé si con el fin de que recuerde de dónde viene y no se le suban los humos. Bien es verdad que he corrido a informarme por si procedía de una familia dedicada al pastoreo y podía ahora presumir de esa alcurnia y me he encontrado con que, después de la Reconquista, ya los parientes de García Gasco convivían en Corral de Almaguer con moros y judíos, pero ellos, cristianos, se encontraban entre los hidalgos que componían la nobleza de la localidad. Ninguno, sin embargo, llegó a tanto como don Agustín, que don Martín Gasco , después de ser canónigo de Sevilla y Embajador en el Vaticano, sólo fundó un colegio y una capilla, y no como don Agustín, que ha levantado un templo de mártires y ha creado una universidad para controlar los peligrosos avances de la ciencia médica. Por eso, Martín Gasco se quedó en obispo de Cádiz - eso sí, nombrado por Felipe II - y no pasó de ahí. Como no pasó don Francisco Briceño Gasco de Capitán General en las Indias y gobernador de Guatemala y del nuevo reino de Granada, que ya es bastante, pero no tuvo la suerte de poder aspirar a Papa ni hacer un Valle de los Caídos. Así que le hacía falta a Corral de Almaguer un cardenal, y no sé si eso lo tuvo en cuenta el Papa al elegir a García Gasco. Pero si a lo que el bonito pueblo toledano aspiraba era a tener un contemporáneo entre sus hijos más importantes, lo siento por Corral de Almaguer y su folleto turístico; le sigue haciendo falta.