R ajoy metió el remo de forma clamorosa hace un par de semanas cuando atribuyó a su primo, un reputado físico que despliega su sabiduría en Sevilla, una frase sacada de contexto con la que intentó desacreditar la casi universalmente aceptada teoría del cambio climático. Desde entonces no ha dejado de purgar sus penas y no ha tenido otro remedio que pedir disculpas al hijo de su tía carnal y, por extensión, a la comunidad científica que se quedó pasmada ante el simplismo del aspirante a gobernarnos. Cuando los ecos del resbalón del líder popular todavía no se habían apagado, el secretario de Organización del PSOE acudió presto a darle el relevo en el «hit parade» del chascarrillo patrio. Y así, mientras centenares de banderas, banderines, banderolas y pendones con los colores nacionales aguardaban en Ceuta para ser agitadas por entusiastas brazos, y al tiempo que en Rabat consideraban la visita de los Reyes una provocación de manual, José Blanco situaba públicamente a ambas ciudades autónomas en territorio marroquí. Rectificó tan rápido como pudo, pero ahí quedó su frase, inmortalizada en las fonotecas para uso y disfrute de quienes quieran utilizarla en su contra. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, como la que arrojó el ministro de industria Joan Clos sobre la cabeza del presidente de General Motors, a quien se dirigió como mandamás de Ford. O sea que cuando el entonces titular de Defensa Federico Trillo gritó ¡Viva Honduras! ante los soldados de El Salvador desplegados en Irak lo único que estaba demostrando es que el que tiene boca se equivoca. Es lo que ocurre por vivir tan acelerados: los acontecimientos se suceden tan deprisa que no da tiempo a digerirlos para interpretarlos debidamente. Cosa bien distinta es cuando las ideas no se improvisan sino que son expresadas una y otra vez tras largos procesos de maduración y disponiendo de todo el tiempo del mundo para plasmarlas incluso en gruesos volúmenes con vocación de «best sellers». Aznar , verbigracia.