L as políticas sociales o una mayor y mejor redistribución de la riqueza no importan. Lo que interesa es que el señor Rajoy , candidato a presidente del Gobierno por la gracia de Dios, salve a España y nos la devuelva a los españoles. Ya está bien de que Zapatero la tenga secuestrada. El líder de la oposición busca concordia, unidad y consenso mediante su mensaje político, aunque hace todo lo contrario. Por cierto, solicita el voto también a la izquierda. Ya le imagina uno entrando triunfalmente en La Moncloa con su espada dispuesto a salvarnos y dándole un puntapié en la retaguardia al actual inquilino. Para ello tendrá que neutralizar los cinco puntos, más o menos, que el PSOE mantiene de ventaja sobre el PP. La derecha más radical entiende que la estrategia de los populares no debe ser suave si quieren obtener la victoria en las urnas. No hay ningún problema. Rajoy seguirá deleitándonos con su canción protesta, de estilo fundamentalista, y con sus chistes gallegos tan divertidos. Sabemos que España va mal y que los socialistas no creen en el Estado de Derecho. La moderación, el equilibrio y la sensatez representan el patrimonio del Partido Popular, que consiste en el ejercicio de la insolidaridad, en defender un urbanismo al servicio de los promotores, en pillar un ataque de nervios ante la inmigración ordenada que aporta riqueza o en decir que el calentamiento global es una tontería, una amenaza a la paz y la seguridad internacional, más exactamente, que ya ha empezado a causar algunos disgustos por los 70 millones de toneladas de residuos contaminantes que se vierten cada día a la atmósfera en el mundo. Así, Rajoy puede parlotear, envuelto en una bandera, de que no tiene un tío en América, sino un primo científico en Sevilla que le sopla que el cambio climático es una simpleza. La discordia, la manipulación y el autoritarismo conforman el tridente real del PP. Los derechos, el bienestar, las mejoras en sanidad, igualdad y educación o conciliar el trabajo y la familia alimentan la larga lista de bobadas de Zapatero. El grito es ¡Mariano y cierra, España! En fin. Con la sentencia del 11-M no concluye la interesada teoría de la conspiración en el entorno de los populares. Rajoy, eso sí, pide a otros que no utilicen el fallo.