R ecogíamos en el periódico de ayer los resultados de la encuesta «¿Qué quieres ser de mayor » de la Fundación Adecco realizada a los niños españoles. Uno de los datos más significativos del sondeo es que sólo uno de cada diez críos quiere dedicarse a la misma profesión que sus padres, lo que ya es para que nos lo hagamos mirar. Además el 79% de los pequeños considera más importante pasar más tiempo con la familia que ganar mucho dinero. Criaturitas... Empiezan bien pero acaban jorobándola, como todos. ¿En qué momento pasamos de listos a lerdos , y lo que es más importante, ¿por qué

La muestra de que nos vamos idiotizando por el camino la tenemos en lo de las profesiones de los papás. Como cada uno habla de lo que conoce, les puedo decir que los retoños de los periodistas se pasan la infancia quejándose de no ver a su papá o a su mamá más que de vez en cuando y a horarios raros. Somos esos que no llevamos al niño al cumpleaños del amigo porque por la noche no podemos ir a recogerlo, los que más de un día de Reyes los hemos dejado con sus juguetes nuevos a media mañana para ir a un incendio, los que casi nunca los arropamos ni les contamos el cuento antes de dormir porque a esa hora nunca estamos en casa, los especialistas en precocinados, los que nos pasamos la vida quejándonos de lo mal que anda la profesión y de lo mal que se paga... Y así nuestros hijos mientras son pequeños aplican el sentido común y echan pestes del trabajo de los padres formando parte de esos nueve de cada diez niños que no quieren dedicarse a lo mismo que sus papás, y no falta criatura que no diga que de mayor quiere dedicar más tiempo a sus familias tras ver a sus padres de frenopático. Supongo que lo mismo que pasa con los periodistas pasará con los médicos, arquitectos, albañiles, camioneros, cocineros y todos aquellos que no tengan las tardes libres, máxima aspiración de cualquier trabajador normal. Sin embargo nos encontramos con muchas sagas familiares de médicos, abogados, cocineros.... Y así, es frecuente ver a hijos de periodistas trabajando en verano como becarios en las redacciones de periódicos, teles y radios pretendiendo hacerse un hueco en ese mundo que tanto denostaban de críos.

«Mira que he intentado quitárselo de la cabeza» decía el otro día un compañero hablando de su hija mayor que anda en segundo de carrera, «de pequeña se quejaba de que yo nunca estaba. Me ha visto llegar toda la vida pasadas las once de la noche, le he explicado que no va a tener tiempo para ella, ni para su familia, que nunca se va a hacer rica y que le va a costar años conseguir una estabilidad laboral, pero no ha habido manera». Bueno, pues les aseguro que esta muchacha de niña era inteligente.

Según la encuesta de la Fundación Adecco la profesión más deseada por los niños es la de futbolista. Quieren notoriedad y prestigio, tiempo para disfrutar y dinero. Luego la vida, por desgracia, va poniendo las cosas en su sitio, rebajando las aspiraciones al mismo tiempo que nos compramos la casa, el coche, la tele de plasma y la secadora con lo que la prioridad pasa a ser ganar suficiente dinero para pagarlo todo. Pero lo gordo y lo que pone en evidencia que las primeras neuronas que perdemos al crecer son las del sentido común, no es ya que sacrifiquemos a la familia por ganar más dinero, que aún tendría algo de lógica, sino que optemos por dedicar nuestra vida a algo que no nos va a dejar tiempo, que no nos va a dar dinero, que nos va a provocar mil y un berrinche y que nos puede llevar al borde del infarto. Y el colmo de la estupidez es que encima nos guste.